domingo, 30 de septiembre de 2012

Accidente Kundalini.


Estaba todo listo, por lo menos en mí, la postura correcta, la respiración consciente, el ambiente ideal colmado de silencio y quizá una vibración junto al resto de mis compañeros que estaban en lo mismo. Todos con un solo propósito, simplemente meditar. Suele ocurrirme que la música en mis meditaciones me distrae pero en este caso fue distinto, quizá la conexión con todos y la paz reinante me ayudó a concentrarme mejor. No me toma mucho tiempo para lograr conectarme con la totalidad que me habita, así durante unos minutos deambulé por los sentidos que comenzaban a despedirse de mi dándome algunas informaciones típicas de la meditación, algunos ruidos por aquí, algunas sensaciones corporales por allá, lo típico. Luego de esos minutos donde el acomode externo es necesario ya que poco a poco la distancia entre lo físico y lo interior comienza a hacerse cada vez más lejana pero también tan sutilmente frágil, como tomar con la mano una mariposa, sabes que la tienes pero no la sientes. Al cabo de unos minutos todo lo que era percepciones externas parecían haberse esfumado cosa que me dio al fin la seguridad de que todo iba bien, pero faltaba algo, una presencia extraña de algo ni fuera ni dentro mío estaba observándome o quizá merodeando en un alrededor que me hacía sentir algo incomodo. Continué, sabiendo que fuese lo que fuese debía integrarlo, conocerlo y sobre todo entender que aquello que no comprendía era también parte de mí. Seguí sin prestar mucha atención y la paz comenzó a aparecer, la paz mental, esa que bien conectada está con la respiración y que juntas hacen de la mente un maravilloso y confortable espacio como un cuenco tibetano vacío pero que resuena hermoso y eterno. Allí logré identificar mi refugio interior, ese que quizá por fracción de segundos disfrutas antes de identificarlo cosa que gracias a todo este tiempo practicando la meditación logras descifrar y ver con claridad. Esa claridad logré mantenerla por varios minutos, no me arriesgo a llamarlo vacuidad absoluta, no creo haber llegado a eso aún, pero si reconozco aquel lugar difícil de explicar pero tan hermoso y silencioso. Parecía que todo estaba en orden hasta que sin entender (aún) mi respiración comenzó a acelerarse a medida que sentía que una presencia extraña se me acercaba, una energía o vibración. Así, poco a poco, presa llamaría yo de mi respiración más agitada comencé a sentir que “algo” me sostenía desde mi cabeza hasta mi primer chakra Muladhara. En un comienzo esto pareció distraerme de aquel lugar tan pacifico en el que me encontraba pero extrañamente sentí dar un paso a una concentración fuera de lo netamente mental y sentía como si mi mente y mi cuerpo se fundieran en una sola entidad. De esta forma creo haber perdido o creo haberme cedido ante una suerte de expansión interior que derribaba los limites o la percepción de que todo lo que estaba viviendo provenía de la mente, ya no era mente sino “algo más”, una integración que me dominaba gratamente. Poco a poco y ya entregado a este caos tan maravilloso comencé a sentir calor intenso en dos lugares, uno entre el ano y los órganos genitales que tiene como ya dije el nombre de chakra Muladhara y otro en el chakra Sahasrara ubicado en la cima de la cabeza. Ambos lugares no ardían, simplemente eran de un calor intenso pero no quemaban. Debo reconocer que lo que sentía en mi primer chakra me tenía impactado, una suerte de energía que brotaba desde ahí me hacía sentir prácticamente “violado” emergiendo hacia dentro mío una presión energética y luminosa que se unía con aquella otra en la cima de mi cabeza. De esta forma lo que sentía era un pilar energético que me atravesaba desde el primer chakra hasta el último pero sin hacerme sentir mucha presencia de energías en todos los otros chakras. Este pilar energético no estaba rígido sino que poco a poco y mientras mi respiración seguía agitada comenzaba a moverse de forma circular como si fuera una cuerda gruesa que se moviera más en su centro que en sus extremos. Así comencé a sentir y a reaccionar frente a estímulos que provenían de este pilar que me atravesaba, algunos movimientos fuera de mi control pero sutiles obedecían a aquellos impulsos que podría llamarlos flashes de luz y calor hacía mi desde el centro de este pilar. De esta forma todo comenzó a transformarse en un caos de impulsos que distaban de una paz absoluta y característica de muchas de mis meditaciones. Mi estado de consciencia en ese momento era de una paz a pesar de ser testigo de este caos y recuerdo haber visto una sola imagen, un enorme templo brillante y dorado casi enceguecedor, los márgenes de esta imagen eran azules que se mezclaban con el dorado hacia el centro. Después de haber “visto” esa imagen desperté sin previo aviso de nada, súbitamente pero sin susto abrí los ojos sintiéndome extremadamente ligero y carente de pensamientos. Estuve así unos minutos mientras varios de mis compañeros ya habían despertado. Mientras tanto, un cierto “dolor” o incomodidad se hacía notar en los dos chakras que mencioné. De esa forma y poco a poco regresé a la “realidad”. 

Para aquellos interesados en saber más sobre la psicoterapia y la meditación les recomiendo leer "Entre meditación y Psicoterapia" del Doctor Claudio Naranjo. 


jueves, 27 de septiembre de 2012

Encuentro con mi maestro interior.


Hace un tiempo, cuando decidí comenzar a escribir quise responder mis propias preguntas "invocando" de cierta forma después de mis meditaciones a mi voz interior, a ese maestro, a esa intuición que es capaz de responder sin vacilaciones. Aquí comparto la primera parte que estas conversaciones con aquel maestro interior. 


Maestro, ¿Cada vez que me veo al espejo me veo horrible, que hago para cambiar eso? // Cambia el espejo por tu más hermoso autoretrato.

Maestro, ¡no veo la luz! // Hijo, una llama no ve la luz porque ella misma es la luz.

Maestro, ¿Quien es su maestro? // Tú.

Maestro ¿Qué es triunfar? // Aprender a amar tus fracasos.

Maestro ¿Qué es fracasar? // Una bocanada de aliento.

Maestro ¿Cual es su mejor triunfo? // El silencio entre fracaso y fracaso.

Maestro ¿Cual es el camino de la felicidad? // La felicidad es el camino.

Maestro ¿Cómo puedo llegar a ser un maestro perfecto como usted? // Siendo un alumno imperfecto como yo.

Maestro ¿Quien es mi  verdadero maestro? // Tu victoria disfrazada de oponente.

Maestro, ¿Cómo puedo tener paz? // Haciéndola.

Maestro ¿Qué es la autenticidad? // Lo que precede a la felicidad.

Maestro, ¿Qué es el alma? // Tu belleza que te busca.

Maestro, ¿Por qué cuando lanzo una piedra al lago sus aguas no se agitan? // Porque ese lago olvidó su nombre.

Maestro ¿Que es la libertad? // La alegría de vivir.

Maestro, ¿Cual es la frase más peligrosa? // "Yo soy".

Maestro ¿Cuando seré libre? // Cuando ames quien eres.

Maestro ¿Cuándo seré yo un maestro? // Comienza por ser tu propio alumno. Enséñate a ti mismo.

Maestro, ¿Una manera para ser más feliz? // Odiando menos.

Maestro ¿Cómo hago para llegar a la perfección? // Equivócate lo que más puedas hasta que tus errores sean dulces.

Maestro ¿Qué hago para no volver a caer? // Tonto! aprende a aprender! Aprende a caer con alegría!

@Andreas_von


lunes, 24 de septiembre de 2012

Destellos inesperados, Parte 2.


Hace un mes que ella ya llegó de las Europas y al día siguiente de su llegada quedamos de vernos, ahí estaba ella, con sus ojos infinitos, con esa mirada que borra el tiempo, con esa sonrisa que transporta y su cabello dorado como si fuera una alquimista que todo lo que toca lo transforma en oro. Si, Ahí estaba ella frente a la calle y yo del otro lado cubriéndome de la lluvia. Me palpitaba el alma, el abrazo como siempre fue eterno, los corazones volvían a palpitar juntos, al mismo tiempo, como si fueran uno después de un mes de ausencia. Caminamos hacia mi departamento, saqué un reloj de mi bolsillo y lo puse en el suelo mientras llovía, le dije que desde ese momento quería que juntos detuviéramos el tiempo y entre ambos pisoteamos el reloj hasta romperlo, luego de eso lo puse dentro de una caja negra y lo guarde. Los dos vasos con agua que dejamos el último día que nos vimos antes de su partida seguían en mi mesa como un constante recuerdo de la transparencia y la calma que existe entre los dos, tomé un vaso nuevo y le pedí que tomara su vaso y que junto al mío lo vertiéramos sobre el vaso nuevo, uniendo las aguas, juntando la transparencia y la calma en un nuevo lugar pero ahora un lugar en común, unidos. Pasaron días maravillosos de compañía y silencios hermosos, todo comenzaba a hacerse más cercano, intimo, lleno de dudas calmadas que se respondían sin apuro, en medio de una tranquilidad que nos hablaba más allá de lo aparente, sabíamos y sentíamos que no había prisa de nada porque en las profundidades yacía la paz de algo o alguien que nos decía “tranquilos, todo va bien”. Una noche irrumpí súbitamente en una ceremonia de luna llena donde ella estaba, yo ya lo sabía y quise ir para darle una sorpresa y así fue. La vi de lejos en un ejercicio donde debía acariciar a otra persona, la miré tranquilamente, sin recelo a aquel hombre al que acariciaba, la vi con profundo amor. Me escondí entre la gente y llegué a ella tocándola desde atrás, la sorpresa funcionó y nos abrazamos, luego de eso compartimos juntos bailes, meditaciones y ejercicios. Al día siguiente la invité a un paseo en moto, su cumpleaños había sido esa semana y quise invitarla a almorzar a la pre cordillera con vista al valle, ahí en un restaurant pedimos pastas. Esas pastas que nos llevaron al primer beso. Sus fetuccinis la inspiraron a decirme “Mira, como la dama y el vagabundo”, y yo sin titubear tomé un tallarín y me lo puse en la boca ofreciéndole el otro extremo del mismo. Su sonrisa lo dijo todo, ahí, tal como la película de Walt Disney acabaríamos con el profundo deseo que había durante meses de besarnos. Todo por un tallarín, así ya podíamos estar más relajados y disfrutar de la maravilla de perdernos en los labios. Desde aquel día la magia continúa entre la poesía de nuestras palabras y silencios, exploraciones interiores y espirituales compartidas, imaginaciones creativas en una realidad que no atemoriza ser descubierta entre fotografías y sabanas que nos escondían mientras todos festejaban la independencia de nuestro país. El arte de ser un “somos” que nos acompaña hoy en un día a día jugando a ser un poco más que uno sino que mientras estamos juntos hacemos un “nosotros” perdidos en aquel tiempo detenido y en la transparencia de un agua que es ahora compartida. Así, ahora mientras disfrutamos de esto que no nos interesa identificar o clasificar, etiquetar ni demostrar seguimos en el arte interior que nos lleva no se donde y quizá bien poco nos importa, mientras tanto… somos. 


miércoles, 19 de septiembre de 2012

El silencio de tu mirada.


Y si te amo, es para que esto que soy no encuentre fronteras
Y si te amo, estas fronteras son para derribarlas.
Cada muralla que se coloca frente a mi gracias a ti le encuentro ventanas,
Todos los abismos se me vienen encima encontrándome para saltarlos.
He encontrado un silencio que me lanza sin necesidad de miedos
Todas las verdades me abrazan pidiendo la suavidad de tu piel sin limites.
He visto ojos hermosos pero nada como tu mirada,
Pueden haber ojos hermosos pero no miradas infinitas,
Pueden existir tantas cosas en el mundo,
Pero nada como el silencio de tu mirada.
Y si,
Te amo,
Porque no necesito la palabra,
Porque sin la palabra tampoco entiendo el silencio.
Y si te amo, es porque todo es silencio. 

@Andreas_von


lunes, 17 de septiembre de 2012

El Perro, Parte 2.



He querido escribir sin ideas previas, estructuras ni márgenes, una asociación libre que ha llegado a esto que he publicado, este cuento es la primera parte de una serie que aún no encuentra fin, he decidido publicar por partes ya que aún está en proceso. 
Así comienza; 



Parte 1.
Buscando aquella perra perdida en medio del desierto encontró un hueso bajo un árbol  y se preguntó si será que la perra que buscaba había muerto ahí, sola y hambrienta. Siguió su búsqueda bajo el intenso sol y no encontró más que arena y raíces secas. Al darse cuenta que su búsqueda sería infructífera dio media vuelta, enterró el hueso en la tierra, levantó una pata y lo orinó. Años después medio perdido en ese mismo desierto su viejo olfato lo llamó. Mirando a lo lejos, un hueso sobresalía de la tierra. Se acercó lento y desconfiado pero el hueso se hacía cada vez más grande. Al llegar al hueso éste era del tamaño de una locomotora otorgando una cómoda sombra en medio del árido desierto. Acurrucado en la sombra recordó aquella perra que nunca encontró. Triste se durmió sin darse cuenta. A media noche despertó asustado y sintió un frío de muerte. Miró a su alrededor y el enorme hueso había desaparecido, se halló solo en la inmensidad de la noche y el desierto. Contempló las estrellas tranquilamente sintiendo una paz que hace mucho tiempo no hallaba. El miedo de estar solo en el desierto comenzó a desaparecer como también el frío a medida que comenzaba a disfrutar de las sensaciones que le entregaba el hecho de estar en medio de la nada. Miró a lo lejos y ayudado por la luz de la luna que asomaba por los cerros vio que algo se movía. No podía ver con claridad pero parecía ser algo similar a aquella perra que buscaba durante tanto tiempo. Su corazón comenzó a palpitar fuertemente haciendo que tomara la decisión de acercarse lentamente. A medida que se acercaba las estrellas comenzaban a desaparecer y la luna retornaba a los cerros. El arena y el aire comenzaban a ponerse más pesados. Pensó que si lanzaba un pequeño ladrido quizás podría llamar su atención pero no dio resultado. Se detuvo, comenzó a sentir frío, y miedo nuevamente. Estaba tan cerca que notó que aquella forma estaba dándole la espalda. El tiempo parecía detenido, nada sonaba, nada se hacía notar más allá que este ser que tenía en frente y que poco a poco, lentamente comenzaba a darse la vuelta para verlo de frente. Un respiro hondo le hizo sentir que el corazón latía fuerte sin saber si era miedo o una bella emoción. En su interior el tiempo parecía ir tan lento que se sentía prisionero de él, pero su corazón latía cada vez más fuerte. Todo era lento, pero por dentro todo corría desesperadamente por saber si realmente encontraba aquella perra perdida. Mientras ella volteaba tan lentamente, todo lo que le rodeaba comenzaba a elevarse, piedras, arbustos, insectos escondidos, su pelaje empezaba a moverse como si un viento interno lo moviera hacia fuera de su piel erizándolo por completo. Sus patas comenzaban a despegarse del suelo, intentó generar peso para mantenerse en el piso pero fue imposible, era cada vez más liviano. Al verse flotando sobre el suelo descuidó la mirada y aquella forma que lo atrajo ya no estaba presente, en ese momento cayó de golpe al suelo al mismo tiempo que todas las cosas que vio flotando a su lado. Aturdido por el golpe, sin entender que sucedía y débil no pudo más que recogerse e intentar descansar. Mientras intentaba acomodarse para darse calor intentaba comprender, y se dio cuenta que no recordaba cuanto tiempo llevaba en el desierto y peor aun, había olvidado por qué buscaba a esta perra que seguramente había muerto hace ya mucho tiempo, así se quedó dormido en medio de la noche y el desierto.

Parte 2.
El primer rayo de luz del sol lo hizo despertar bruscamente, algo confuso intentaba recordar lo pasado la noche anterior y dudoso de la experiencia no sabía si dar crédito a lo que había ocurrido creando en el una duda angustiosa. Al verse solo en medio del desierto decidió comenzar a caminar nuevamente. Eran kilómetros interminables de arena y el sol insistía con su calor insoportable. Aun así, era mejor seguir caminando sin rumbo que estar parado esperando a que nada sucediera o peor aun, morir en medio de la nada. Mientras caminaba a lo lejos algo brillaba con intensidad nublando su vista, al llamar su atención se propuso llegar hasta aquel lugar que parecía llamarlo. Sus patas cansadas por caminar en la densa arena dan pasos torpes, y uno de esos pasos pisa sorpresivamente un objeto a medio salir de la arena. Era el marco de un cuadro que enmarcaba el retrato ilegible de un hombre. El arena y el calor habían desgastado tanto la imagen que difícil era identificar quien era. Siguió caminando, un par de pasos más adelante un elegante traje de caballero colgaba de la nada. Dando vueltas alrededor del traje intentaba buscar de donde colgaba y nada parecía sostenerlo. Simplemente flotaba en el aire. Comenzó a sentir algo de miedo, pero no tanto como para arrancar, sino el miedo suficiente como para sentir curiosidad y seguir acercándose a aquel brillo que llamaba su atención. Mientras caminaba sus patas dolían pero intentaba no hacerle caso al dolor ni al cansancio, lo que estaba viviendo de cierta forma lo tenía asombrado y entretenido, no sabía que el dolor de sus patas no era por el simple cansancio, había algo más que desconocía. De lejos escuchaba un sonido constante, un tic tac que se hacía cada vez más fuerte a medida que caminaba. Un reloj tan grande como un campo de futbol estaba funcionando y moviendo sus manecillas de cara hacia el sol. Quiso bajar a la superficie del reloj y asustado se percató que sus patas traseras ya no eran sus patas sino los pies desnudos de un hombre. Sin entender lo que sucedía y con el sonido ensordecedor del gigantesco tic tac del reloj sólo movió los pies para lograr pisar el reloj con torpeza, éste con el calor del sol hervía y comenzaba a quemar sus pies humanos y pensó que sería más rápido si aprovechaba de subir al minutero que lo llevaría hacia el otro extremo sin hacer esfuerzo. Así lo hizo, sentado sobre el minutero gigante, entre segundo y segundo con los fuertes sonidos de la maquinaria del reloj avanzaba, pero mientras estaba sentado observando y tratando de entender todo lo que veía lo que quedaba de sus muslos comenzaban a transformarse en las completas piernas de un ser humano. Al bajarse en el otro extremo del reloj y llegar al piso se percata del cambio que continuaba invadiendo su cuerpo, cae al suelo asustado mientras observa que las piernas humanas se unen a su cadera canina cada vez con más dolor. Tirado en la arena y con espanto aúlla sabiendo que nadie puede ayudarlo. Las grandes manecillas del reloj se detienen provocando un silencio que hacen callar su aullido. Intentando entender queda tendido en la arena, respirando rápidamente y aun asustado. Convertido en un can con extremidades humanas y sumido en el pánico intenta levantarse con dolor y dificultad cayendo una y otra vez en la arena caliente. Todo era difícil y su desesperación lo llevo a pensar que esto quizás era morir. Pero ¿por qué no moría de una vez y ya? ¿por qué pasar por esto tan doloroso y confuso? ¿cuál era el sentido de pasar por esto después de haber comenzado a buscar una perra perdida? Nada tenía respuesta y al parecer todo se ponía peor. 

@Andreas_von


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