Solo tenía mi saco de dormir, una frazada y una botella con
agua, habían sido explícitos en que debíamos llevar sólo lo necesario y que
sobre todo haría frío porque estaríamos a la intemperie toda la noche y que
después de beber la medicina nos daría más frio aún. Nos reunimos en una gran
fogata todos aquellos que íbamos por la medicina, alrededor de ella se apegaron
quienes podían lo más cerca con sus sacos, yo quedé muy atrás, lejos del fuego.
Éramos varios de mi grupo pero poco a poco nos sentíamos más lejos, por lo
menos yo quería alejarme, callar, concentrarme. Pasaron lista para ordenarnos y
comenzar el ritual. Un hombre muy simpático, agradable y de notable acento
mexicano dictaba nuestros nombres y nos hacía entrar al circulo sagrado que
rodeaba y protegía al fuego. Extrañamente dijo mi nombre y apellidos sin errores
cosa que ya me hacía sentir que todo andaba bien, me dieron un poco de tabaco
para rezarle al fuego y entré acercándome a la gran llama que había frente a
mi. Ahí sellé mi petición lanzando el tabaco al fuego y comencé a silenciarme.
Me senté en el suelo y ordené mis cosas, me dieron un recipiente de plástico
para vomitar porque la medicina suele ser muy fuerte y tiende a manifestarse
con vómitos o diarreas, así sentado en mi saco, mirando el fuego comencé a
esperar mi llamado desde el fondo donde un chamán preparaba la medicina bajo la
luz de una tenue vela roja en el fondo del circulo en el que estábamos. El
hombre mexicano nos dio unas breves indicaciones antes de comenzar, era
importante saber algunas cosas antes del “trance” ya que en ese momento muchos
se salen de si y pierden la consciencia cometiendo algunos errores como salirse
del circulo sagrado y desprotegiéndose. Luego de esto llamaron a todos los
hombres a hacer una fila frente al chamán que preparaba la medicina, ya era la
hora, mi corazón comenzó a latir fuerte pero muy en lo profundo estaba muy
feliz de estar ahí, había esperado ese momento por mucho tiempo, era tiempo de
dar un nuevo salto a un nuevo vacío.
Mientras avanzaba paso a paso y mis compañeros iban
recibiendo la medicina mi amigo Nap alias “el oso”, un gran psicólogo clínico y
astrologo susurra en mi oído desde mi espalda; “mira que lindos los ojos del
chamán”-, me fijé y era cierto, detrás de la mesa y la luz de la vela roja un
hombre moreno, bajo y con un atuendo blanco miraba a los ojos uno a uno a
quienes bebían de la medicina, sus ojos brillaban y su rostro me evocaba paz,
serenidad pero sobre todo, amor. Avanzamos hasta faltar una persona para mi
turno y sucedió algo que sólo en momentos místicos como estos puede suceder,
miré hacia las estrellas y el cielo comenzaba a nublarse y una estrella fugaz
cruzó por las nubes. Sonreí y dije; “ahí voy”. Me encontré frente a frente con
el chamán, me dio una pequeña mirada y le sonreí. Introdujo un pequeño vaso en
una cacerola y lo llenó con un liquido oscuro y espeso, lo colocó frente a su
boca y lo sopló cinco veces moviéndolo en forma circular, volvió a mirarme y me
lo entregó. Al recibirlo cerré mis ojos y lo llevé a mi frente, agradecido lo
bebí, era fuerte, amargo, le di dos tragos y devolví el vaso al chamán con una
reverencia. Me senté sobre mi saco en postura loto mientras observaba el fuego
por un largo rato. Poco a poco comencé a sentir la necesidad de aislarme y me
metí en mi saco, al hacerlo me reí porque recordé la metáfora de la oruga y era
exactamente igual, preparándome para una mutación, un viaje interior. Estaba en
paz acostado y la somnolencia comenzó a apoderarse de mi, me abrigué lo que más
pude porque sabía que poco a poco iba cayendo en un estado donde estaría lejos
de mi y quien sabe qué cosas haría, preferí ser cauto y abrigarme bien hasta
que caí en el sueño. De pronto desperté asustado e intenté mirar la fogata pero
no la distinguía con claridad, estaba distorsionada, tenía unas llamas enormes
y la sombra de las personas eran muy largas, no escuchaba con claridad, una
parte de mi estaba asustada por mi reacción ante el distorsionado efecto de mi
realidad pero otra parte de mi me tranquilizaba haciéndome volver al sueño
nuevamente, recostando mi cabeza en el suelo y mirar nuevamente el cielo. Eso
era la primera muestra de que ya estaba bajos los efectos de la ayahuasca,
según me habían contado percibir la realidad distorsionada era parte de sus
consecuencias y yo ya estaba en ello. Mientras estaba en “trance”… (dicho esto
significa que es muy probable que no recuerde la totalidad de lo vivido, ahora
solo describo de lo que recuerdo y dejo en misterio para el lector y obviamente
para mi parte de lo que ocurrió.) … perdí la sensación de la gravedad, pero no
solo física sino una suerte de gravedad interior, de mi cuerpo sutil. Ahí me
hallé en medio de una nada, no negrura sino una nada tranquilizadora que
sostenía mi consciencia más profunda. Físicamente estaba dormido, dentro de mi
saco, pero interiormente una consciencia tranquila estaba despierta,
observándose a si misma en medio de una bastedad de si, como si los ojos o la
mirada divina de mi propia consciencia se viera a si misma. El sentimiento de
estar flotando dentro de mi me daba una tranquilidad absoluta porque no existía
el abismo, el vacío ni el vértigo, sino una alegría calmada y sosegada al verme
y sentirme dentro de mi en medio de un infinito que jamás había conocido.
Parecía como si muy en lo profundo una paz gigantesca contrastara con pequeños
pero muy presentes estímulos que provenían desde afuera, de la “realidad” donde
yo estaba durmiendo, mi cuerpo físico se retorcía de dolor en el estómago, los
deseos de vomitar no eran tan fuertes pero los sentía y peor aún, sentía los
deseos de defecar pero intentaba controlarlo. Algo me hacía sentir que había
una diferencia abismante entre mis percepciones sensoriales y un mundo interior
inamovible, incorruptible, pacifico y sobre todo, dichoso que no se inmutaba
frente a lo que ocurría fuera de el. Parte de mi consciencia podía verme desde
fuera, como un testigo de mi cuerpo acostado en la tierra como una oruga que se
retorcía para poder convertirse en mariposa y por dentro la misma consciencia
disfrutaba de verse a si misma disfrutando de la paz y la dicha de si misma
volando en un interior sin murallas. Desde dentro podía escuchar al resto de
mis viajeros compañeros como se retorcían de dolor, gritaban como endemoniados
o vomitaban en sus respectivos recipientes, y sin saber yo, frente a la fogata
los abuelos que no alcance a ver antes de tomar la medicina cantaban para
proteger nuestro viaje. Yo estaba dividido en dos mundos, el externo y el
interno, pero ambos estaban siendo vividos y explorados por mi consciencia
dichosa hasta que un momento todo se silenció, un sueño profundo durmió mi
consciencia y me perdí. Luego de eso no supe de mi hasta que desperté al alba,
con el olor de las cenizas y el frío de la mañana. Con mi mente clara, sin
miedo, como si hubiese despertado del sueño más gratificante y en la cama más
cómoda me estiré dentro de mi saco y sintiéndome como un águila alegre salí del saco y me
puse de pie, abrí mis brazos al cielo y di las gracias porque sabía que todo
había salido bien a pesar de recordar poco y que lentamente con el pasar de los
días recordaría lo que me había sucedido. Me acerqué a las cenizas de la fogata,
tomé un puñado con mi mano, lo miré detenidamente y lo soplé al viento. Caminé
hacia mi amigo Nap que aún dormía en su saco y me quedé haciéndole compañía. Al
rato todos despertaron, algunos aún estaban en otros mundos, caminaban con la
mirada ida, no estaban aquí, quizá habían tomado más medicina porque la vela
del chamán aún estaba encendida y eso significaba que aún se podía pedir más si
uno gustaba, yo no quise, con esto ya era suficiente.
El sol ya comenzaba a calentar y el chamán comenzó a atender
a algunos rezagados que necesitaban atención especial, los tocaba, cantaba y
les escupía licor en el pecho. Luego de eso, unos cuantos nos pusimos a
escucharlo, no se como surgió la charla con él, mágicamente comenzó a hablar y
a trasladarnos con sus poéticas palabras a otro mundo, nuevamente comenzaba
otro viaje, pero eso no es para escribirlo aquí, quizá en otro momento, en el
momento en que vuelva a recordar sus ojos infinitos y la estrella fugaz que me
dijo, “tranquilo”…
Con gran cariño a:
Con gran cariño a:
Eustorgio Payehuage – Colombia, Putumayo Amazonas. | |
Hombre Jaguar, curandero del Amazonas Colombiano. Pilar de la ceremonia Raíces de la Tierra. Hoy es curandero y hombre sabio de la luz, considerado Hombre Medicina en comunidades sionas. |
@Andreas_von
Lindas palabras Hermano, yo también estuve en esa ceremonia sagrada y lo que cuentas me representa enormemente
ResponderEliminarUn abraso
Gracias hermano, me alegra que hayas estado ahí, fue bellísimo! Un abrazo afectuoso!
ResponderEliminarYo tambien estuve ahí! que pequeño es este mundo =)
ResponderEliminarQue maravilla! un abrazo hermanit@s!
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