Cuando logramos trabajar sobre nosotros mismos, encontrar
belleza interior y aceptar las cosas como son sin adjudicarles interpretaciones
que provengan de nuestras proyecciones mentales comenzamos a vivir el día a día
de una forma distinta, abierta a que las cosas sucedan sin tanto rechazo o
resistencias, aceptamos la realidad en su amplio espectro de posibilidades y
tanto lo negativo como lo positivo comienzan a unirse en un campo interior y
entramos en la maravilla del no juicio, en la experiencia del ser completamente
unido con el entorno, a dejar de temer. A partir de esta reflexión que proviene
desde la experiencia pura y meditativa del origen de nuestra realidad, lo que
la crea y lo que la desarma es que comencé poco a poco a percibir la realidad y
lo que ella me entrega como una suma de hechos y elementos que han sido
aportados por personas y sus deseos de trascender en la vida, es decir, todo lo
que me rodea fue hecho por personas (obviamente antes de la creación universal
hecha por Dios), ellos han sido creadores de mi realidad hasta cierto punto.
Desde la silla donde estoy sentado, la mesa, el sofá, este edificio, las
calles, etcétera, la mayoría de lo que puedo llamar como real ha sido en parte
creado por algún otro, lo que desde cierto punto de vista reafirma el hecho de
que el lugar donde estoy y las cosas que tengo contienen energía y también han
ayudado a formar mi imagen de lo real. Desde este plano es importante la
gratitud que se siente desde el momento en que me doy cuenta de que todo lo que
me rodea ha sido un aporte de otra persona es simplemente maravilloso,
observando y sintiendo que esta realidad ha sido también aportada por otros.
Vivo rodeado de construcciones materiales hechas por personas en un pasado que
determinan de cierta forma mi estar en el aquí y en el ahora, cosa no menos
importante porque siendo consciente de que todo esto a mi alrededor es sin más
ni menos una construcción colectiva a mi favor o a mi desgracia según como se
vea y como me sienta en medio de ellas.
Podríamos decir exactamente lo mismo desde el plano afectivo
y emocional, las experiencias van formando una realidad interior que se
proyecta desde nuestra memoria hacia esta otra construcción fuera de nosotros
que ha sido aportada por otros y que combinadas ambas nos dan como resultado la
realidad en la que estamos inmersos día tras día, así desde la taza que tengo
en mi mano hasta lo que yo entiendo por esa taza genera una significación
interior que me hace sentir y vivir la realidad que he ido formando en mi
dándole un sentido a la vida desde ese espectro. Así nos movemos en el mundo,
desde un plano físico, construido en gran medida por otros seres humanos y
desde un plano interior que interpreta lo físico para crear “la realidad” de
aquello que estamos viviendo.
Desde el momento que logramos comprender, sentir y aceptar
la vida humana como un ente de creación sagrado o divino todo lo que nos rodea
obtiene un significado y una utilidad unificadora llena de bella utilidad. Cada
cosa hecha por otro, por muy pequeña que sea es sagrada porque aporta a
sustentar el entorno, entonces así, con el desarrollo de nuestra consciencia
cada cosa que construye nuestra realidad tiene un propósito trascendental en la
vida de los seres humanos y es por eso que hay que aprender a agradecer que lo
que tenemos frente, abajo o sobre nosotros está hecho por la humanidad. De este
modo, al llamarnos “seres conscientes” estamos afirmando que todo aquello que
nos rodea y todo aquello que entendemos por lo que nos rodea es una totalidad
unificadora de consciencia, un sutil maestro que nos abre los ojos y el corazón
para poder comprender que absolutamente todo lo que nos ocurre tiene un
propósito trascendental. El propósito con el que usamos las cosas le da el
valor a estas, las cosas en función de su utilidad que le damos las definen
como buenas o malas, y así finalmente encontramos el objetivo de cada cosa o
sensación en nuestra vida, cuando entramos en consciencia de aquello que nos
rodea y entra en nosotros aportando verdad, unión y sobre todo belleza absoluta.
Así, colocando la atención en cada elemento o en cada
emoción, en cada percepción que ingresa a nosotros estamos construyendo nuestra
realidad, por lo tanto, la realidad es subjetiva en cada uno de nosotros y
nuestro trabajo interior, de consciencia, hará aceptar y comprender la realidad
de los otros, porque finalmente cada ser humano tiene un propósito y depende de
nosotros entender y aceptar cual es el nuestro para darle un buen uso a nuestra
consciencia.
@Andreas_von
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