Hubo una época en la que fuiste muy sabio, obedecías tus
impulsos, jugabas y reías por cualquier cosa, no necesitabas conocer la palabra
“libertad” porque ya lo eras, no conocías nada pero te excitaba día a día
conocer cualquier cosa que te llamara la atención, sabías que no sabías nada,
tal como lo dijo Sócrates, en el fondo, eras tremendamente feliz. En esa época mientras todo te sucedía eras dueño
absoluto de un infinito espacio al cual nadie más podía acceder, no por egoísmo
sino porque recién comenzabas a descubrirte y ese espacio se creaba solo y lentamente en ti, un reino en donde solo tú eras
quien dominaba sus terrenos, la creatividad te afloraba por los poros
haciéndote sudar oportunidades en todo lo que experimentabas, todo era nuevo porque estabas dispuesto a vivirte a ti mismo. Un espacio que al
crecer quizá perdiste, o quedó lejos, olvidado colocándote más apagado, más
prisionero de algo que se fue dando sin darte cuenta, sentiste la necesidad de
seguir al resto, de pensar como ellos, de estar de acuerdo y de creer en lo que
los demás decían que era la verdad, olvidando la tuya. Así no te volviste más
sabio sino más tonto, más seco, y más aburrido. Olvidaste lo que era obedecerse
a si mismo, a crear y a jugar con lo que sea que tuvieras en frente, olvidaste
que dentro tuyo existía absolutamente todo lo que necesitabas para ser feliz y
comenzaste a buscar la felicidad justamente en los lugares donde jamás existió,
afuera de ti, en las religiones, en la política, en las creencias que jamás
vinieron propiamente de ti. Perdiste la capacidad de crear tu propio mundo, te volviste
grande con todo lo que ello implica pero olvidaste lo más importante; Que para
crecer no es necesario dejar atrás lo que eres sino avanzar de la mano con lo
que siempre fuiste, es decir, seguir siendo sin negarte nada. Creíste que
madurar era ponerse serio, estructurado y frío, agregarte cosas, adornarte con
actitudes, pero te equivocaste un poco, madurar no es ni eso ni mucho más, sino
que es saber lo que eres sin cambiar lo esencial en medio de tu entorno, lograr
adaptarte interiormente a ello. Y mírate ahora, buscando la felicidad en
aquello que quizá puedas obtener comprando o accediendo a nuevos estatus o
calidad de vida, pero ahí estás, esperando mientras se te pasa el tiempo. Y
lejos en tu memoria recordarás un niño lejano que nunca necesito mucho más que
a si mismo para poder estar tranquilo, en paz y completamente satisfecho. Recordarás
aquel espacio olvidado y mientras lo añores lo seguirás dejando atrás sin darte
cuenta que siempre lo has llevado contigo, simplemente que dejaste de usarlo; la infinita creatividad de ser uno mismo.
@Andreas_von
(Yo el de la foto)
(Yo el de la foto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario