Abrazados como si la vida se nos fuera en ese instante todo
parecía tener sentido. El tiempo y el espacio se abrieron como
una flor dejando caer sus segundos y sus murallas para dejarnos en un abrazo
que parecía haber existido siempre pero en sueños o quizás en algún deja vú imprudente.
Después de su sorprendida pregunta y mientras ella aun colgaba de mi cuello –
que quizás ya dolía pero no importaba – salieron mis primeras palabras tímidas
y temblorosas.
– Vine a despedirme pues ¿o crees que iba a dejar que te
fueras así sin más?. – Dije. –¿Pero cómo? No entiendo, ¿cómo entraste aquí? Es
imposible, ¿qué hiciste mafioso? – contestó ella aun emocionada pero intentando
volver a la razón que siempre nos interrumpe la magia. – Nada – contesté entre
risas. – ¿Y esta polera? ¿Por qué haces esto? Aun
no me lo creo, esto es demasiado ¿Esto es verdad, está pasando? – Ella era
presa de las dudas, claramente había dado justo, la sorpresa había funcionado y
la felicidad del momento estaba siendo presenciada por todos los curiosos del
Duty Free del Aeropuerto. Mi amiga que me había ayudado a entrar estaba ahí
conmovida a un par de metros mirando la escena. Luego de un par de besos que
intentaban ahogar el tiempo que transcurría y amenazaba su inminente partida me
preguntó – ¿Y esa polera? – riendo le contesté – No me vengas, sabes
alemán y sabes perfectamente lo que significa, sabes que te amo, por eso estoy
aquí. – Al escucharme sus ojos comenzaban a aguarse y su rostro intentaba
reprimir inútilmente un llanto contenido, a ver eso la abracé, con mis manos
tomé su rostro y mirándola fijamente le dije – Oye, hago esto porque te amo, no
para sufrir, ambos sabemos que este momento iba a llegar y tu quisiste que no
ocurriera sin despedirte, ahora ves lo maravilloso de este momento, no te
pongas así – Sus lágrimas comenzaban a quebrarme pero me convencí de estar
firme, sabía que no podíamos estar los dos desmoronados en ese momento. Sin
vacilar ella contestó– No quiero irme, estoy muy triste, me siento mal, vacía,
no se que hacer.– Era cierto, al fin comenzaba a expresar todo su malestar,
claramente no quiso despedirse para no agregar más emociones a su regreso. Se
enfrentaba a una vida que no le correspondía, o por lo menos eso sentía. Un
matrimonio donde no se estaba a gusto y un país donde todo era distinto
partiendo por según ella “El odioso idioma”. Estuvimos abrazados un momento
hasta que la realidad nos atrapó con su fría verdad, debíamos ir al anden para
esperar la hora que se acercaba y me devoraba por dentro. Le presenté a mi
amiga y ella no dudó en consultarle cómo fue posible este tramite a lo que mi
amiga muy gentilmente le contestó – Se cuenta el milagro pero no el santo, pero
en mis 10 años trabajando en el aeropuerto jamás había visto una escena así,
casi de película. Deberías estar feliz por esta hermosa sorpresa.– Pero ella
sólo atino a bajar la mirada después de esa respuesta. Nos sentamos en frente
al anden y acorde con mi amiga un tiempo determinado para retirarme porque ella
debía hacerme guardia de lejos y tampoco quería abusar de su buena y gentil
disposición. Allí, frente a los ventanales del anden estuvimos sentados
compartiendo el tiempo que se nos iba. Mientras algunos aviones partían
nosotros sentados y abrazados comentábamos cómo serían las cosas de ahora en
adelante. Sin saber qué nos tenía preparado el futuro intentábamos controlarlo
con nuestras desesperadas planificaciones de chats y mensajes por Facebook,
pero aun así, por más que planificáramos sabíamos – o por lo menos yo– que esto
era el inicio de un fin que había que intentar dejarlo en el recuerdo con una
sorpresa maravillosa y de ese calibre. – No quiero llegar allá, estar sola y
saber que pierdo el tiempo, que se me va la vida en algo en donde no sé cual es
mi destino.– Ese tipo de respuesta en un momento como ese y en el aeropuerto es
algo que no es fácil de responder, el tiempo apremiaba pero era parte del riesgo
porque claramente era una realidad que ella no iba a quedarse en Chile por el mero
hecho de ir yo a despedirla, no podría ser tan ingenuo y egocéntrico como para
pensar en eso, si que tuvimos que hablar ese delicado tema que en definitiva la
había hecho venir por dos semanas a esconderse de ella misma en su tierra
natal. Claramente no funcionó viajar tan lejos para huir de esa realidad. Me puse frente a ella y sin soltar su muñeca en donde había amarrado una
tira de cuero como recuerdo le dije – Mira, lo más importante es que logramos
estar juntos, disfrutamos lo poco que estuvimos y nos dimos cuenta de que esto
es real. Estuviste con tu familia y esto te hará recapacitar y saber con
claridad lo que quieres para ti. Estoy aquí contigo para que sepas que lo que
siento por ti es verdad, es importante que todo esto te sirva para darte cuenta
de lo que realmente necesitas.– No puedo negar que intentaba entre líneas
decirle que debía recapacitar y volver a Chile si no era feliz en Alemania,
pero no podía decirle que se quedara o que dejara todo botado,
ganas no me faltaban pero no quería agregarle más tensión a la situación que ya
era lo suficientemente agobiante. –Estamos fritos.– Dijo sarcástica, con una risa
entre medio haciéndome entender que lo que sentíamos era verdadero y que nos
tocaría pasar por mucho más que esto, que el camino se nos pondría difícil y
que no habría claridad en lo que pasaría más adelante pero ese “estamos fritos”
me dejó de cierta forma más tranquilo porque confirmaba que lo que ella sentía
no se quedaría en este aeropuerto sino que viajaría con ella cruzando todos
esos miles de kilómetros que nos separaban. Miré de reojo a mi amiga que ya me
hacía un gesto haciéndome entender que el tiempo ya era suficiente y que debía
comenzar a despedirme. Ahí comenzó nuevamente esa desagradable sensación, el miedo de que
todo se nos va, que nada permanece y que el cuerpo nos hace entender a través
de sus taquicardias y nerviosismos, pero intenté en ese momento no ser presa de
esa desesperación, debía ser fuerte. Nos tomamos un par de fotos juntos y nos
abrazamos. Cada vez que nos abrazábamos sentíamos lo mismo, una paz que nos obligaba
a mantener el abrazo por largos minutos a ojos cerrados y donde era capaz de
sentir el fuerte latir de su corazón. Ninguno de los dos lloro en el abrazo y el beso fue más corto de lo que podríamos haber esperado, fue un beso triste. No
se si ella habrá llorado después pero yo me aguanté las lágrimas mientras me
alejaba caminando por el pasillo y acompañado de mi amiga que respetaba
mi silencio y quizás lograba notar que yo sólo quería estallar en llanto. –
¿Estas bien?– Preguntó ella, eso bastó para hacerme parar y llorar por un
momento. No necesitaba responderle porque estaba destruido, estaba “frito”. Me
dio un par de palmadas de apoyo en la espalda mientras salíamos del anden y las puertas de vidrio me separaban de ella y su avión.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario