Hace un par de años atrás conocí a un luchador de Vale Todo, un reconocido campeón y atormentado hombre que quizá con la lucha intentaba desahogar tanto sufrimiento que le tocó vivir en la infancia. Aún así, cuando un día me invitó a su casa a almorzar descubrí que aquel rudo hombre era un apasionado por las flores y las plantas. Su jardín era enorme y regaba macetero por macetero mientras les hablaba con delicado cariño y respeto.
Recordar este contraste es hoy una sublime enseñanza de que por más rudos que seamos, muy en lo profundo existe la maravilla de la dulzura humana.
@Andreas_von
No hay comentarios:
Publicar un comentario