Estaba todo listo, por lo menos en mí, la postura correcta,
la respiración consciente, el ambiente ideal colmado de silencio y quizá una
vibración junto al resto de mis compañeros que estaban en lo mismo. Todos con
un solo propósito, simplemente meditar. Suele ocurrirme que la música en mis
meditaciones me distrae pero en este caso fue distinto, quizá la conexión con
todos y la paz reinante me ayudó a concentrarme mejor. No me toma mucho tiempo
para lograr conectarme con la totalidad que me habita, así durante unos minutos
deambulé por los sentidos que comenzaban a despedirse de mi dándome algunas
informaciones típicas de la meditación, algunos ruidos por aquí, algunas
sensaciones corporales por allá, lo típico. Luego de esos minutos donde el
acomode externo es necesario ya que poco a poco la distancia entre lo físico y
lo interior comienza a hacerse cada vez más lejana pero también tan sutilmente
frágil, como tomar con la mano una mariposa, sabes que la tienes pero no la
sientes. Al cabo de unos minutos todo lo que era percepciones externas parecían
haberse esfumado cosa que me dio al fin la seguridad de que todo iba bien, pero
faltaba algo, una presencia extraña de algo ni fuera ni dentro mío estaba
observándome o quizá merodeando en un alrededor que me hacía sentir algo
incomodo. Continué, sabiendo que fuese lo que fuese debía integrarlo, conocerlo
y sobre todo entender que aquello que no comprendía era también parte de mí.
Seguí sin prestar mucha atención y la paz comenzó a aparecer, la paz mental,
esa que bien conectada está con la respiración y que juntas hacen de la mente
un maravilloso y confortable espacio como un cuenco tibetano vacío pero que
resuena hermoso y eterno. Allí logré identificar mi refugio interior, ese que
quizá por fracción de segundos disfrutas antes de identificarlo cosa que
gracias a todo este tiempo practicando la meditación logras descifrar y ver con
claridad. Esa claridad logré mantenerla por varios minutos, no me arriesgo a
llamarlo vacuidad absoluta, no creo haber llegado a eso aún, pero si reconozco
aquel lugar difícil de explicar pero tan hermoso y silencioso. Parecía que todo
estaba en orden hasta que sin entender (aún) mi respiración comenzó a
acelerarse a medida que sentía que una presencia extraña se me acercaba, una
energía o vibración. Así, poco a poco, presa llamaría yo de mi respiración más
agitada comencé a sentir que “algo” me sostenía desde mi cabeza hasta mi primer
chakra Muladhara. En un comienzo esto pareció distraerme de aquel lugar tan
pacifico en el que me encontraba pero extrañamente sentí dar un paso a una
concentración fuera de lo netamente mental y sentía como si mi mente y mi
cuerpo se fundieran en una sola entidad. De esta forma creo haber perdido o
creo haberme cedido ante una suerte de expansión interior que derribaba los
limites o la percepción de que todo lo que estaba viviendo provenía de la
mente, ya no era mente sino “algo más”, una integración que me dominaba
gratamente. Poco a poco y ya entregado a este caos tan maravilloso comencé a
sentir calor intenso en dos lugares, uno entre el ano y los órganos genitales
que tiene como ya dije el nombre de chakra Muladhara y otro en el chakra
Sahasrara ubicado en la cima de la cabeza. Ambos lugares no ardían, simplemente
eran de un calor intenso pero no quemaban. Debo reconocer que lo que sentía en
mi primer chakra me tenía impactado, una suerte de energía que brotaba desde
ahí me hacía sentir prácticamente “violado” emergiendo hacia dentro mío una
presión energética y luminosa que se unía con aquella otra en la cima de mi
cabeza. De esta forma lo que sentía era un pilar energético que me atravesaba
desde el primer chakra hasta el último pero sin hacerme sentir mucha presencia
de energías en todos los otros chakras. Este pilar energético no estaba rígido
sino que poco a poco y mientras mi respiración seguía agitada comenzaba a
moverse de forma circular como si fuera una cuerda gruesa que se moviera más en
su centro que en sus extremos. Así comencé a sentir y a reaccionar frente a
estímulos que provenían de este pilar que me atravesaba, algunos movimientos
fuera de mi control pero sutiles obedecían a aquellos impulsos que podría
llamarlos flashes de luz y calor hacía mi desde el centro de este pilar. De
esta forma todo comenzó a transformarse en un caos de impulsos que distaban de
una paz absoluta y característica de muchas de mis meditaciones. Mi estado de
consciencia en ese momento era de una paz a pesar de ser testigo de este caos y
recuerdo haber visto una sola imagen, un enorme templo brillante y dorado casi
enceguecedor, los márgenes de esta imagen eran azules que se mezclaban con el
dorado hacia el centro. Después de haber “visto” esa imagen desperté sin previo
aviso de nada, súbitamente pero sin susto abrí los ojos sintiéndome
extremadamente ligero y carente de pensamientos. Estuve así unos minutos
mientras varios de mis compañeros ya habían despertado. Mientras tanto, un
cierto “dolor” o incomodidad se hacía notar en los dos chakras que mencioné. De
esa forma y poco a poco regresé a la “realidad”.
Para aquellos interesados en saber más sobre la psicoterapia y la meditación les recomiendo leer "Entre meditación y Psicoterapia" del Doctor Claudio Naranjo.
Qué bella experiencia!!
ResponderEliminarSabías que existe un templo dorado? Existe en una ciudad de India que se llama Ambritsar, se le llama el Harmandir Sahib, es el templo más importante de la religión sikh :) mi maestro de kundalini yoga era sikh... todo esta conectado :)
hay que darle un poquito de atención a los "accidentes kundalini" pues a veces hay movimientos de prana en el cuerpo que "parecen" accidente kundalini, pero en verdad es mucho prana que se está movilizando por el cuerpo y genera distintas sensaciones y estados de conciencia.. hay que profundizar.. aunque para tener una noción y diferenciar, un asenso de la kundalini es un proceso rápido, ella asciende rápidamente, llega a 7mo chakra y desciende..
y así y todo es una experiencia máxima!! :)
bendiciones besitos y abracitos