Me quedé pensando toda la tarde intentando dar con el lugar
donde nos encontraríamos. Este iba a ser la tercera vez que nos juntábamos y
algo me decía que no tenía que ser cualquier lugar sino algo simbólico y que de
alguna manera nos hiciera sentir cómodos, como si el lugar determinara lo que
somos muy profundamente; un par de paganos. Ahí me llegó la respuesta, le
escribí que la estaría esperando dentro de la Catedral a una hora determinada.
Sabía que había algo mucho más profundo en el lugar, tenía la convicción
gracias a la intuición que lo que yo estaba planeando era algo mágico que
definía algo que estaba mucho más allá de la comprensión de ambos y simplemente
dejé que eso me llevara sin darle mucha vuelta y me sentía bien de esa forma,
siempre me he sentido cómodo al seguir mi instinto, y eso hice.
La esperé mientras miraba a la gente llorar en la Catedral,
muchos con sus rostros acongojados rezaban mientras otros de rodillas clamaban
quizá qué cosas. Desde pequeño, cuando fui acólito sentí que algo andaba mal
con el ser humano, que había algo mal entendido en su relación con Dios y con
lo divino y eso era el miedo y la culpa, algo en que la iglesia Católica y el
resto de iglesias cristianas bien han sabido hacer para dominar las mentes
débiles, en fin, siempre me dio pena la gente que creía tanto y tan ciegamente
en Dios y en sus iglesias, me parecían pobres títeres de algo que ni ellos
mismos entendían.
Ahí llegó frente a mí, antes de que ella me dijera algo le
hice un gesto de silencio y le tome la mano para llevarla a un costado de la
catedral, la detuve al frente de la estatua de un ángel luchando contra un
demonio, ese era el lugar, bajo los ojos de Dios y sobre las hirvientes cabezas
y cuernos de los demonios, le coloqué los audífonos en sus oídos y me puse los
míos. La música hacía lo suyo, transportarnos con coros a un encuentro divino,
a algo sin nombres y a una sensación que no tenía palabras porque sabíamos lo
que iba a ocurrir. La abracé y estuvimos así durante varios minutos sintiendo
los corazones palpitar rápidamente, su cabeza en mi hombro no hacía más que
apoyarse con fuerza y sus brazos de la misma forma me aprisionaban como
tentáculos fuertes y mágicos. Así, al mirarnos fue inevitable besarnos bajo la
curiosa y sorprendida mirada de los fieles de un dios que no les permite
expresar el amor en su propia casa, un beso para ellos era un pecado, para
nosotros era un milagro. Todo se nublaba como una bruma tibia que nos cubría de
los juicios y miradas con asco que nos daban, algo parecía que nos protegía de
los corazones que no conocen a Dios sino de esos secos corazones que sólo saben
lamentarse y temerle a quien los creó. En cambio, nuestros corazones gritaban y
saltaban en su casa torácica, en estos rincones rojos y avivados por un fuego prohibido
en el lugar que habita dios. No éramos paganos, sólo dos seres humanos hijos de
un Dios que los protegía en su propia casa. Así nos fuimos a sentar a la
primera fila de bancas que estaban frente al altar. La gente comenzaba a llegar
para festejar la resurrección de Cristo mientras nosotros, festejábamos el
nacimiento de algo sin nombre aún, algo que intentábamos definir pero decidimos
mejor no buscar palabra y así no limitarlo. Saqué mi mazo de tarot para ver qué
me decía, mientras una señora sentada a mi lado me miraba horrorizada por sacar
las cartas que quizá para ella significaban el demonio, al sacar una carta mi
felicidad continuó expandiéndose, El mundo XXI, estaba en mis manos y su
mensaje de realización me decía que todo lo que estaba haciendo me definía,
alguien que se realizaba a través del acto, no de la mente, y así fue. Le pedí
a ella que sacara una y tomó La estrella XVII, su inspiración divina la hacía
fluir en ella misma, era autentica. Miramos los preparativos de la misa
contemplando la grandiosa construcción de la Catedral, de pronto, todas las
luces se apagaron sorpresivamente y nos reímos, no podía ser nada mejor que en
plena catedral todas las luces se apagaran para que nosotros dos nos besáramos
en plena oscuridad escondidos y encender nuestras propias luces, ahí fue el
momento más sublime y pagano, ahí sin miedo a nada un beso largo y bello
combatía contra el eco de los cantos de misa que comenzaban de fondo para dar
inicio el evento religioso, las velas comenzaban a encenderse y contemplamos el
inicio del festejo para ver la majestuosidad de una catedral iluminada con la
luz de las velas que se movían por todos los pasillos. Así comenzaba la misa y
decidimos salir para caminar por la noche sin saber a donde ir, estábamos tranquilos,
ya habíamos hecho nuestro milagro, lo que fuera o donde fuera que sucediera
sería la continuación de algo mágico que supimos que ambos teníamos, un par de
brujos contentos bajo la mirada de una luna que nos cuidaba.
@Andreas_von