viernes, 9 de noviembre de 2012

Ceremonia de la serpiente, mi experiencia con la ayahuasca.



 Era el último día del evento, nos habían dicho a quienes queríamos la ceremonia de la serpiente que debíamos reunirnos en un lugar indicado a la puesta del sol. Desarmamos nuestras carpas y mientras desarmaba la mía pensaba y oraba a la planta sagrada, estaba concentrado en ella y una parte de mí estaba ansiosa y otra tenía miedo. Había leído mucho sobre la ayahuasca durante un año, también consulté a amigos cercanos que la habían probado en otros rituales chamánicos y por más que supiera datos la experiencia misma de vivir la ceremonia ancestral me daría la respuesta más cercana. Al terminar de desarmar la carpa sentí como si fuera un reo condenado a muerte y estaba en el día de su ejecución. Mientras caía el sol más sentía como la ansiedad y el miedo se mezclaban pidiéndome concentración, oración y meditación. Me despedí de algunos compañeros que desistieron de asistir a la ceremonia, algunos por miedo y otros porque aún no lo necesitaban, era necesario sentir el llamado de la planta medicinal, y fueron consecuentes con ellos mismos. Me senté en el suelo mientras el sol se iba y medité. Me convertí en la luz del sol que poco a poco iba acariciando lentamente lo que tocaba como si fuera un gran velo de seda y sentí una pequeña muerte, la entrega a lo inevitable, dar el paso en el vacío. Ahí me serené y mi mente encontró paz. Oré, pedí a la planta como me habían sugerido y así lo hice.
Solo tenía mi saco de dormir, una frazada y una botella con agua, habían sido explícitos en que debíamos llevar sólo lo necesario y que sobre todo haría frío porque estaríamos a la intemperie toda la noche y que después de beber la medicina nos daría más frio aún. Nos reunimos en una gran fogata todos aquellos que íbamos por la medicina, alrededor de ella se apegaron quienes podían lo más cerca con sus sacos, yo quedé muy atrás, lejos del fuego. Éramos varios de mi grupo pero poco a poco nos sentíamos más lejos, por lo menos yo quería alejarme, callar, concentrarme. Pasaron lista para ordenarnos y comenzar el ritual. Un hombre muy simpático, agradable y de notable acento mexicano dictaba nuestros nombres y nos hacía entrar al circulo sagrado que rodeaba y protegía al fuego. Extrañamente dijo mi nombre y apellidos sin errores cosa que ya me hacía sentir que todo andaba bien, me dieron un poco de tabaco para rezarle al fuego y entré acercándome a la gran llama que había frente a mi. Ahí sellé mi petición lanzando el tabaco al fuego y comencé a silenciarme. Me senté en el suelo y ordené mis cosas, me dieron un recipiente de plástico para vomitar porque la medicina suele ser muy fuerte y tiende a manifestarse con vómitos o diarreas, así sentado en mi saco, mirando el fuego comencé a esperar mi llamado desde el fondo donde un chamán preparaba la medicina bajo la luz de una tenue vela roja en el fondo del circulo en el que estábamos. El hombre mexicano nos dio unas breves indicaciones antes de comenzar, era importante saber algunas cosas antes del “trance” ya que en ese momento muchos se salen de si y pierden la consciencia cometiendo algunos errores como salirse del circulo sagrado y desprotegiéndose. Luego de esto llamaron a todos los hombres a hacer una fila frente al chamán que preparaba la medicina, ya era la hora, mi corazón comenzó a latir fuerte pero muy en lo profundo estaba muy feliz de estar ahí, había esperado ese momento por mucho tiempo, era tiempo de dar un nuevo salto a un nuevo vacío.
Mientras avanzaba paso a paso y mis compañeros iban recibiendo la medicina mi amigo Nap alias “el oso”, un gran psicólogo clínico y astrologo susurra en mi oído desde mi espalda; “mira que lindos los ojos del chamán”-, me fijé y era cierto, detrás de la mesa y la luz de la vela roja un hombre moreno, bajo y con un atuendo blanco miraba a los ojos uno a uno a quienes bebían de la medicina, sus ojos brillaban y su rostro me evocaba paz, serenidad pero sobre todo, amor. Avanzamos hasta faltar una persona para mi turno y sucedió algo que sólo en momentos místicos como estos puede suceder, miré hacia las estrellas y el cielo comenzaba a nublarse y una estrella fugaz cruzó por las nubes. Sonreí y dije; “ahí voy”. Me encontré frente a frente con el chamán, me dio una pequeña mirada y le sonreí. Introdujo un pequeño vaso en una cacerola y lo llenó con un liquido oscuro y espeso, lo colocó frente a su boca y lo sopló cinco veces moviéndolo en forma circular, volvió a mirarme y me lo entregó. Al recibirlo cerré mis ojos y lo llevé a mi frente, agradecido lo bebí, era fuerte, amargo, le di dos tragos y devolví el vaso al chamán con una reverencia. Me senté sobre mi saco en postura loto mientras observaba el fuego por un largo rato. Poco a poco comencé a sentir la necesidad de aislarme y me metí en mi saco, al hacerlo me reí porque recordé la metáfora de la oruga y era exactamente igual, preparándome para una mutación, un viaje interior. Estaba en paz acostado y la somnolencia comenzó a apoderarse de mi, me abrigué lo que más pude porque sabía que poco a poco iba cayendo en un estado donde estaría lejos de mi y quien sabe qué cosas haría, preferí ser cauto y abrigarme bien hasta que caí en el sueño. De pronto desperté asustado e intenté mirar la fogata pero no la distinguía con claridad, estaba distorsionada, tenía unas llamas enormes y la sombra de las personas eran muy largas, no escuchaba con claridad, una parte de mi estaba asustada por mi reacción ante el distorsionado efecto de mi realidad pero otra parte de mi me tranquilizaba haciéndome volver al sueño nuevamente, recostando mi cabeza en el suelo y mirar nuevamente el cielo. Eso era la primera muestra de que ya estaba bajos los efectos de la ayahuasca, según me habían contado percibir la realidad distorsionada era parte de sus consecuencias y yo ya estaba en ello. Mientras estaba en “trance”… (dicho esto significa que es muy probable que no recuerde la totalidad de lo vivido, ahora solo describo de lo que recuerdo y dejo en misterio para el lector y obviamente para mi parte de lo que ocurrió.) … perdí la sensación de la gravedad, pero no solo física sino una suerte de gravedad interior, de mi cuerpo sutil. Ahí me hallé en medio de una nada, no negrura sino una nada tranquilizadora que sostenía mi consciencia más profunda. Físicamente estaba dormido, dentro de mi saco, pero interiormente una consciencia tranquila estaba despierta, observándose a si misma en medio de una bastedad de si, como si los ojos o la mirada divina de mi propia consciencia se viera a si misma. El sentimiento de estar flotando dentro de mi me daba una tranquilidad absoluta porque no existía el abismo, el vacío ni el vértigo, sino una alegría calmada y sosegada al verme y sentirme dentro de mi en medio de un infinito que jamás había conocido. Parecía como si muy en lo profundo una paz gigantesca contrastara con pequeños pero muy presentes estímulos que provenían desde afuera, de la “realidad” donde yo estaba durmiendo, mi cuerpo físico se retorcía de dolor en el estómago, los deseos de vomitar no eran tan fuertes pero los sentía y peor aún, sentía los deseos de defecar pero intentaba controlarlo. Algo me hacía sentir que había una diferencia abismante entre mis percepciones sensoriales y un mundo interior inamovible, incorruptible, pacifico y sobre todo, dichoso que no se inmutaba frente a lo que ocurría fuera de el. Parte de mi consciencia podía verme desde fuera, como un testigo de mi cuerpo acostado en la tierra como una oruga que se retorcía para poder convertirse en mariposa y por dentro la misma consciencia disfrutaba de verse a si misma disfrutando de la paz y la dicha de si misma volando en un interior sin murallas. Desde dentro podía escuchar al resto de mis viajeros compañeros como se retorcían de dolor, gritaban como endemoniados o vomitaban en sus respectivos recipientes, y sin saber yo, frente a la fogata los abuelos que no alcance a ver antes de tomar la medicina cantaban para proteger nuestro viaje. Yo estaba dividido en dos mundos, el externo y el interno, pero ambos estaban siendo vividos y explorados por mi consciencia dichosa hasta que un momento todo se silenció, un sueño profundo durmió mi consciencia y me perdí. Luego de eso no supe de mi hasta que desperté al alba, con el olor de las cenizas y el frío de la mañana. Con mi mente clara, sin miedo, como si hubiese despertado del sueño más gratificante y en la cama más cómoda me estiré dentro de mi saco y sintiéndome como un águila alegre salí del saco y me puse de pie, abrí mis brazos al cielo y di las gracias porque sabía que todo había salido bien a pesar de recordar poco y que lentamente con el pasar de los días recordaría lo que me había sucedido. Me acerqué a las cenizas de la fogata, tomé un puñado con mi mano, lo miré detenidamente y lo soplé al viento. Caminé hacia mi amigo Nap que aún dormía en su saco y me quedé haciéndole compañía. Al rato todos despertaron, algunos aún estaban en otros mundos, caminaban con la mirada ida, no estaban aquí, quizá habían tomado más medicina porque la vela del chamán aún estaba encendida y eso significaba que aún se podía pedir más si uno gustaba, yo no quise, con esto ya era suficiente.
El sol ya comenzaba a calentar y el chamán comenzó a atender a algunos rezagados que necesitaban atención especial, los tocaba, cantaba y les escupía licor en el pecho. Luego de eso, unos cuantos nos pusimos a escucharlo, no se como surgió la charla con él, mágicamente comenzó a hablar y a trasladarnos con sus poéticas palabras a otro mundo, nuevamente comenzaba otro viaje, pero eso no es para escribirlo aquí, quizá en otro momento, en el momento en que vuelva a recordar sus ojos infinitos y la estrella fugaz que me dijo, “tranquilo”…

Con gran cariño a: 

Eustorgio Payehuage – Colombia, Putumayo Amazonas.
Hombre Jaguar, curandero del Amazonas Colombiano. Pilar de la ceremonia Raíces de la Tierra. Hoy es curandero y hombre sabio de la luz, considerado Hombre Medicina en comunidades sionas.

@Andreas_von


4 comentarios:

  1. Lindas palabras Hermano, yo también estuve en esa ceremonia sagrada y lo que cuentas me representa enormemente
    Un abraso

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  2. Gracias hermano, me alegra que hayas estado ahí, fue bellísimo! Un abrazo afectuoso!

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  3. Yo tambien estuve ahí! que pequeño es este mundo =)

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  4. Que maravilla! un abrazo hermanit@s!

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