martes, 20 de noviembre de 2012

El perro, Parte 4.


He querido escribir sin ideas previas, estructuras ni márgenes, un cuento de asociación libre que ha llegado a esto que he publicado, aquí una serie de partes que aún no encuentran fin y quizá jamás lo encuentren, eso lo sabe el mismo cuento.  
Así comienza; 

Parte 1.
Buscando aquella perra perdida en medio del desierto encontró un hueso bajo un árbol  y se preguntó si será que la perra que buscaba había muerto ahí, sola y hambrienta. Siguió su búsqueda bajo el intenso sol y no encontró más que arena y raíces secas. Al darse cuenta que su búsqueda sería infructífera dio media vuelta, enterró el hueso en la tierra, levantó una pata y lo orinó. Años después medio perdido en ese mismo desierto su viejo olfato lo llamó. Mirando a lo lejos, un hueso sobresalía de la tierra. Se acercó lento y desconfiado pero el hueso se hacía cada vez más grande. Al llegar al hueso éste era del tamaño de una locomotora otorgando una cómoda sombra en medio del árido desierto. Acurrucado en la sombra recordó aquella perra que nunca encontró. Triste se durmió sin darse cuenta. A media noche despertó asustado y sintió un frío de muerte. Miró a su alrededor y el enorme hueso había desaparecido, se halló solo en la inmensidad de la noche y el desierto. Contempló las estrellas tranquilamente sintiendo una paz que hace mucho tiempo no hallaba. El miedo de estar solo en el desierto comenzó a desaparecer como también el frío a medida que comenzaba a disfrutar de las sensaciones que le entregaba el hecho de estar en medio de la nada. Miró a lo lejos y ayudado por la luz de la luna que asomaba por los cerros vio que algo se movía. No podía ver con claridad pero parecía ser algo similar a aquella perra que buscaba durante tanto tiempo. Su corazón comenzó a palpitar fuertemente haciendo que tomara la decisión de acercarse lentamente. A medida que se acercaba las estrellas comenzaban a desaparecer y la luna retornaba a los cerros. El arena y el aire comenzaban a ponerse más pesados. Pensó que si lanzaba un pequeño ladrido quizás podría llamar su atención pero no dio resultado. Se detuvo, comenzó a sentir frío, y miedo nuevamente. Estaba tan cerca que notó que aquella forma estaba dándole la espalda. El tiempo parecía detenido, nada sonaba, nada se hacía notar más allá que este ser que tenía en frente y que poco a poco, lentamente comenzaba a darse la vuelta para verlo de frente. Un respiro hondo le hizo sentir que el corazón latía fuerte sin saber si era miedo o una bella emoción. En su interior el tiempo parecía ir tan lento que se sentía prisionero de él, pero su corazón latía cada vez más fuerte. Todo era lento, pero por dentro todo corría desesperadamente por saber si realmente encontraba aquella perra perdida. Mientras ella volteaba tan lentamente, todo lo que le rodeaba comenzaba a elevarse, piedras, arbustos, insectos escondidos, su pelaje empezaba a moverse como si un viento interno lo moviera hacia fuera de su piel erizándolo por completo. Sus patas comenzaban a despegarse del suelo, intentó generar peso para mantenerse en el piso pero fue imposible, era cada vez más liviano. Al verse flotando sobre el suelo descuidó la mirada y aquella forma que lo atrajo ya no estaba presente, en ese momento cayó de golpe al suelo al mismo tiempo que todas las cosas que vio flotando a su lado. Aturdido por el golpe, sin entender que sucedía y débil no pudo más que recogerse e intentar descansar. Mientras intentaba acomodarse para darse calor intentaba comprender, y se dio cuenta que no recordaba cuanto tiempo llevaba en el desierto y peor aun, había olvidado por qué buscaba a esta perra que seguramente había muerto hace ya mucho tiempo, así se quedó dormido en medio de la noche y el desierto.


Parte 2.
El primer rayo de luz del sol lo hizo despertar bruscamente, algo confuso intentaba recordar lo pasado la noche anterior y dudoso de la experiencia no sabía si dar crédito a lo que había ocurrido creando en el una duda angustiosa. Al verse solo en medio del desierto decidió comenzar a caminar nuevamente. Eran kilómetros interminables de arena y el sol insistía con su calor insoportable. Aun así, era mejor seguir caminando sin rumbo que estar parado esperando a que nada sucediera o peor aun, morir en medio de la nada. Mientras caminaba a lo lejos algo brillaba con intensidad nublando su vista, al llamar su atención se propuso llegar hasta aquel lugar que parecía llamarlo. Sus patas cansadas por caminar en la densa arena dan pasos torpes, y uno de esos pasos pisa sorpresivamente un objeto a medio salir de la arena. Era el marco de un cuadro que enmarcaba el retrato ilegible de un hombre. El arena y el calor habían desgastado tanto la imagen que difícil era identificar quien era. Siguió caminando, un par de pasos más adelante un elegante traje de caballero colgaba de la nada. Dando vueltas alrededor del traje intentaba buscar de donde colgaba y nada parecía sostenerlo. Simplemente flotaba en el aire. Comenzó a sentir algo de miedo, pero no tanto como para arrancar, sino el miedo suficiente como para sentir curiosidad y seguir acercándose a aquel brillo que llamaba su atención. Mientras caminaba sus patas dolían pero intentaba no hacerle caso al dolor ni al cansancio, lo que estaba viviendo de cierta forma lo tenía asombrado y entretenido, no sabía que el dolor de sus patas no era por el simple cansancio, había algo más que desconocía. De lejos escuchaba un sonido constante, un tic tac que se hacía cada vez más fuerte a medida que caminaba. Un reloj tan grande como un campo de fútbol estaba funcionando y moviendo sus manecillas de cara hacia el sol. Quiso bajar a la superficie del reloj y asustado se percató que sus patas traseras ya no eran sus patas sino los pies desnudos de un hombre. Sin entender lo que sucedía y con el sonido ensordecedor del gigantesco tic tac del reloj sólo movió los pies para lograr pisar el reloj con torpeza, éste con el calor del sol hervía y comenzaba a quemar sus pies humanos y pensó que sería más rápido si aprovechaba de subir al minutero que lo llevaría hacia el otro extremo sin hacer esfuerzo. Así lo hizo, sentado sobre el minutero gigante, entre segundo y segundo con los fuertes sonidos de la maquinaria del reloj avanzaba, pero mientras estaba sentado observando y tratando de entender todo lo que veía lo que quedaba de sus muslos comenzaban a transformarse en las completas piernas de un ser humano. Al bajarse en el otro extremo del reloj y llegar al piso se percata del cambio que continuaba invadiendo su cuerpo, cae al suelo asustado mientras observa que las piernas humanas se unen a su cadera canina cada vez con más dolor. Tirado en la arena y con espanto aúlla sabiendo que nadie puede ayudarlo. Las grandes manecillas del reloj se detienen provocando un silencio que hacen callar su aullido. Intentando entender queda tendido en la arena, respirando rápidamente y aun asustado. Convertido en un can con extremidades humanas y sumido en el pánico intenta levantarse con dolor y dificultad cayendo una y otra vez en la arena caliente. Todo era difícil y su desesperación lo llevo a pensar que esto quizás era morir. Pero ¿por qué no moría de una vez y ya? ¿por qué pasar por esto tan doloroso y confuso? ¿cuál era el sentido de pasar por esto después de haber comenzado a buscar una perra perdida? Nada tenía respuesta y al parecer todo se ponía peor.


Parte 3.
Arrastrándose por el arena e intentando mover las piernas avanzaba retorciéndose y gimiendo. El sol sin piedad no dejaba de quemarlo todo, atrás el gigante reloj era despedazado y tragado por la arena generando un ruido estremecedor. Mientras se arrastraba alejándose de aquel lugar el arena comenzaba a colocarse más brillante y gruesa, entre sus granos se escondían pepitas de oro. Todo era una burla, pepitas de oro en medio del desierto. Difícilmente intentó mirar el sol y notó que este no se estaba moviendo, llevaba horas en el mismo lugar lo que no sabía si era mejor o peor, desconocía qué podría pasarle durante la fría noche pero tampoco sabía si era mejor tener ese sol abrazador por un tiempo indefinido. Delante de él había una caja, con su hocico la abrió y encontró un par de zapatos. Dejó la caja y siguió arrastrándose sin destino por la arena caliente. De pronto como ya comenzaba a hacerse costumbre de la nada en el cielo un águila dorada surca el cielo gritando con fuerza. Cegado por el sol sólo alcanza a ver sus enormes alas pasar sobre él. Del otro extremo del cielo un murciélago gigante aparece en dirección al águila. Ambas aves se cruzan en una pelea sangrienta justo sobre su cabeza, dando aullidos y mordiscos. Se precipitan a metros de su único espectador. Intentando dificultosamente acercarse llega a ellas pero ambos se han unido en una masa humeante como si fuera un tronco recién sacado del fuego, al apagarse, dentro de este un huevo aflora de las cenizas. Poco a poco el cascaron se rompe para dar nacimiento a un pequeño fénix. Ambos se quedan mirando mutuamente en medio de un desierto sin tiempo. Aquella mirada le pareció eterna, sintió en ella una paz que no sentía hace mucho tiempo, la cual había estado tan escurridiza en su vida. El ave corre y aletea intentando volar, entre un par de intentos logra perderse en el seco horizonte. Sin darse cuenta las piernas ya no le dolían y podía moverlas con un poco de incomodidad, y como nada sabía de equilibrio por lo que en varios intentos por levantarse terminó en la arena. Al lograr levantarse y con dificultad camina por el desierto con rumbo incierto, no había referencia de nada, caminar o quedarse quieto era lo mismo, pero frente a las extrañas cosas que se le presentaban al parecer lo hacían moverse hacia un destino más incierto que algún pueblo o cuidad. Como el sol estaba detenido en el cielo no había referencia del tiempo, por más que caminaba parecía no moverse a ninguna parte. Sus piernas ya lograban coordinar bien sus movimientos, incluso disfrutaba de sentir el arena caliente en la planta de sus pies, sentía el calor de otra forma, lamerse los muslos comenzaba a ser relajante. A lo lejos, una figura difícil de distinguir por el calor se acercaba, poco a poco tomaba la forma de un hombre vestido de esmoquin y con un maletín, al cruzarse ambos se miraron sin cruzar palabra alguna, no era necesario, sus miradas fueron tan profundas que evitaron cualquier dialogo. Ambos siguieron su rumbo sin detenerse. Al llegar a lo alto de una gran duna un fuerte colapso nuevamente lo lanza al suelo y retorcido de dolor su pecho y patas delanteras adquieren lentamente forma humana. El latido de su corazón cada vez más fuerte parecía retumbar en todo el desierto y mientras aullaba sus patas se transformaban en fuertes brazos. Tirado en el suelo de cara al sol esperando que el dolor de su transformación se detuviera el suelo comenzaba a temblar, a lo lejos podía ver como la tierra se abría de par en par tragando arena. Asustado se pone de pie y comienza a correr, la tierra se movía dificultado cada vez más el escape. A lo lejos pudo ver un puente que separaba el desierto con un gran pedazo de isla flotante en el aire. Intentó correr más fuerte concentrándose en sus piernas y moviendo los brazos, se sorprendió de la velocidad que alcanzaba mientras aun detrás de él la tierra se caía con un ruido estruendoso. Asustado miró hacia atrás y no logró ver el horizonte, a solo metros de él todo parecía ser tragado por un fondo sin fin. A su espalda todo parecía una boca gigante tragando y tragando arena. El puente estaba cada vez más cerca y logró notar que un abismo separaba esta isla flotante del desierto que caía y caía detrás de él. Antes de que la tierra sobre sus pies cayera logró saltar al puente alcanzando a sujetarse con los brazos en la orilla de este viendo como las dunas y tierra caían a un abismo sin fin. El puente y la isla flotaban en medio de una nada iluminada por un sol quieto e intenso. Sus pies colgaban y por un momento quedó colgando para luego encaramarse y quedarse en el puente observando un horizonte sin referencias. Al ponerse nuevamente de pie y comenzar a caminar hacia la isla que unía el puente comenzó a notar un dolor en la cabeza.

Parte 4.

Su hocico comenzaba a transformarse, se movía de un lado hacia otro como si tuviera vida propia, su nariz se achicaba y su mandíbula crujía. Aullaba de dolor mientras tocaba con sus manos su rostro y el eco de sus aullidos sonaban en la inmensidad de una isla que flotaba en el aire caliente. Caído sobre sus rodillas se retorcía de dolor ante el crujir ensordecedor de su cráneo para finalmente caer derrotado al suelo, desnudo y exhausto cae en un profundo sueño mientras atardecía.
El frío de la noche lo despertó, boca abajo comenzaba a respirar rápido a medida que recordaba el doloroso suceso antes de caer al suelo, con las manos que aún no reconocía como suyas intentó levantarse colocándose de rodillas. Tocó su rostro con las manos e intentó usar la lengua para llegar a su nariz como solía hacer pero ya no pudo. Las cosas olían distinto y el frío atacaba más fuerte. La negra noche contrastaba a las estrellas que lo hicieron detener su miedo por un instante y comenzar a contemplarlas totalmente asombrado, en aquellas luces una sensación de bienestar lo tranquilizaba y con su nuevo rostro esbozaba su primera sonrisa. Convertido en un hombre se coloca de pie y termina de cruzar lo que quedaba del puente que lo separa ahora de un hermoso vacío lleno de estrellas sobre su cabeza y bajo sus pies, una isla flotando en medio del universo, nada quedaba a su alrededor y todo parecía achicarse mientras él cambiaba bruscamente. Caminó adentrándose en un bosque que brillaba desde lo lejos como si las estrellas que se veían pequeñas en la noche se hubieran posado sobre la copa de los arboles. Mientras se acercaba la sensación en la planta de sus pies, el aire fresco en su rostro y la nitidez con que veía su entorno parecían entregarle paz y serenidad, algo muy distinto a lo que vagamente recordaba de sus andanzas en cuatro patas. Caminando entre los frondosos arbustos iluminados el sonido de los grillos parecía la orquesta perfecta para sus nuevos oídos, mientras más se adentraba hacia el interior del bosque el sonido de los grillos era más fuerte creando un coro nocturno que lo atraía sin saber con certeza a qué se acercaba. De fondo, entre las ramas y hojas el brillo de algo parecía unirse al estimulante sonido, parecía que todo formaba parte de una atracción inevitable que lo hacía caminar lentamente y sin resistencias. Detrás de la vegetación un pequeño lago que centellaba y brillaba desde su interior una luz directo hacía las estrellas, al llegar los grillos cesaron su canto y mientras se acercaba las estrellas se apagaban dejando la misteriosa luz del lago iluminar el cielo. Llegó a la orilla donde logró ver una luna en su interior e hipnotizado por su belleza se acercó hasta verse a si mismo en el reflejo del agua. Hizo un par de movimientos para cerciorarse de que era su reflejo y se arrodilló para verse más de cerca, reconoció su mirada y recorrió cada uno de los rincones de su cuerpo y su rostro, finalmente sonrió y ahí la luna le habló;
¿Quién eres? .- Dijo la luna con voz imponente.

No lo sé.- contestó tímido y mirando de reojo a la luna.

Si no sabes quien eres poco importa saber a qué has venido ¿o acaso lo sabes?.-  Dijo la luna.

No, tampoco lo sé. Me han ocurrido tantas cosas que ya no recuerdo quien era y tampoco sé quien soy ahora, aún así me siento bien aquí.- Contestó inhalando fuertemente el aire.

Después de un largo silencio la luna dijo:
Conozco tu recorrido, sé por lo que has pasado y te diré una cosa; Eres libre al fin pero cuidado, también tus deseos pueden encadenarte, saber quien eres es también ser esclavo de uno mismo. Es aquí donde debes escoger, vivir aquí flotando en medio de esta hermosa nada o seguir el rumbo y lanzarte a estas aguas y continuar el viaje. Si te quedas aquí solo tendrás esta pequeña porción de tierra, bella pero limitada y si te lanzas sólo dependerá de ti ver que tan lejos puedes llegar y que tanto puedes tener.

Inmóvil y pensativo respondió;
La verdad no lo sé, he sufrido tantos cambios y me he maravillado con tantas cosas que me propones algo que me confunde más aún, he llegado hasta aquí no porque quisiera sino porque ha sido el destino quien me trajo.

¿El destino? Gritó la luna.- El destino no te ha traído hasta aquí ¿o es acaso que cada paso que diste no lo diste tú? Bien podrías no haber escogido subir a ese reloj o haberte quedado durmiendo bajo el sol. Nada te ha obligado a llegar hasta acá, quizá estás aquí de pié porque así lo quieres o mejor aún, porque lo necesitas.

¿Necesitarlo? Contestó extrañado.- ¿Por qué he de necesitarlo? ¿Es acaso el cambio una necesidad? ¿Todo lo que he sufrido es una necesidad? No entiendo, me cuesta concebir que estoy aquí porque lo he deseado.

Míralo de esta forma.- dijo la luna.- lo que te ha ocurrido te ha permitido ver y vivir algo nuevo y has salido de tu habitual rutina, ahí tirado como un perro bajo el sol, buscando el aroma de una perra perdida, usando tus deseos animales, y mírate ahora, erguido, pensando y hablando. ¿No es acaso un buen cambio?

Puede ser, tienes razón en eso. No recuerdo mucho pero tengo claro que antes no era nada de esto y menos pensaba de esta forma, seguramente estos cambios han hecho de mi algo más desarrollado, pero eso no lo escogí, insisto, no fue elección mía, algo ocurrió fuera de mis posibilidades.

Bien, dijo la luna.- no todo es tu responsabilidad lo que no deja de ser interesante, algo hay fuera de ti que también sostiene lo que ocurre a tu alrededor.

Si, así es. Respondió con seguridad.

Aún así deberás escoger. Dijo con voz firme la luna.- O te quedas en este pequeño paraíso flotante sin horizontes con solo orillas que dan hacia el abismo o lanzarte a estas aguas y ver que tan profundo te llevan a la luz de mi mirada.

Un silencio tremendo se apoderó del lugar, se volvió a mirar en el reflejo del lago y contempló sus ojos por un momento, hipnotizado por el brillo que había en ellos, comenzó a sentirse débil cayendo al suelo en un profundo sueño.

@Andreas_von


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