Participando en Énosis, escuela de talentos, donde en base a
coaching se vive la experiencia de aprender de los otros para fomentar el
propio conocimiento individual. Así,
poco a poco, lo individual se hace colectivo y el saber, la experiencia y las
infinitas posibilidades del aprendizaje humano se mezclan unas con otras para
generar una fluidez interior que fertiliza las tierras interiores a cada uno
que vive de esta experiencia.
Así, este miércoles recién pasado en Énosis nos tocó
vivenciar el taller de imaginería dirigido por Nicolás Arancibia, Psicólogo
clínico de la universidad Católica. En base a una meditación guiada por él
fuimos a explorar la maravillosa creación interior que nos refleja y que nos
encuentra, al más puro estilo del maestro Carl Jung, sumergirse en la
creatividad que nos habla pero que sobre todo nos enseña lo más autentico de
nosotros mismos, el mundo interior. De esa manera, totalmente conectado en mi meditación
guiada por Nicolas me surgió este relato que publico a continuación y un dibujo
que realicé durante el taller.
“Caminando por un sendero de estrellas en medio del universo
donde todo brilla, mis pies al dar pasos y tocar las estrellas éstas estallan
en luz iluminando mi camino. Poco a poco en mi caminar aparecen planetas que me
acompañan junto a sus satélites que reflejan mi desnudez. Al final del camino
bajo un gran arco dorado y floreado un niño anciano vestido de mago apoyado de
un báculo me da la bienvenida a un pueblo en medio del cosmos. De su mirada tierna
y bondadosa saltan sus ojos hasta mis manos transformados en dos bolas de
cristal. Lentamente camino hacia el interior del pueblo y recorro sus calles
transparentes que me permiten ver el universo que hay bajo mis pies descalzos,
las casas hechas en el interior de las raíces de gigantescos árboles como si la
tierra no existiera y no hubiera limite entre el tronco y sus raíces. Muy en el
fondo del pueblo una tienda llama mi atención, su puerta gigante con la forma
de la tapa de un libro me seduce y me acerco a ella. Poco a poco la alegre
música proveniente de su interior me entusiasma a acercarme con más prisa. Una pequeña ventana en la puerta me permite mirar hacia dentro donde logro verme a mi
jugando alegremente con enanos y duendes, mi otro yo que juega con ellos mira
hacia la ventana y me sonríe invitándome a entrar. Abro la puerta lentamente,
entro y observo el interior, monedas de oro flotando, duendes leyendo libros
sentados en los estantes de la biblioteca y plantas y flores caminando por un
piso que transparenta el universo que nos sostiene. Mi otro yo que juega con
los enanos me indica con su mano el fondo de la tienda, observo y veo sobre una
mesa iluminada en medio de un pasillo oscuro una figura pequeña del Cristo y la
Magdalena fornicando. Al tomar la figura con mis manos éstas se hacen blandas y
comienzo a darles distintas posturas del Kamasutra, poco a poco aumenta la
velocidad de mis manos haciendo distintas formas con las figuras hasta que de
mis manos brota luz incandescente. Disfruto alegremente iluminar los rincones
oscuros de la habitación donde me encuentro, todos los estantes están vacíos y
llenos de polvo excepto uno que tiene una carta, me acerco a ella y la volteo,
es L´hermite del Tarot. Sonrío y la carta flota hasta mis manos fundiéndose con
la luz que emana de ellas.
Desde fuera de la tienda veo como la puerta se cierra, la
música y los enanos aún juegan, se despiden a lo lejos. Vestido con una túnica gris
camino de vuelta y bajo el arco dorado el niño anciano me regala su báculo, le
devuelvo sus cristales colocándoselos en los ojos, sonreímos y camino de vuelta
por el sendero de estrellas hasta disolverme en un orgasmo interior”.
@Andreas_von
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