lunes, 17 de septiembre de 2012

El Perro, Parte 2.



He querido escribir sin ideas previas, estructuras ni márgenes, una asociación libre que ha llegado a esto que he publicado, este cuento es la primera parte de una serie que aún no encuentra fin, he decidido publicar por partes ya que aún está en proceso. 
Así comienza; 



Parte 1.
Buscando aquella perra perdida en medio del desierto encontró un hueso bajo un árbol  y se preguntó si será que la perra que buscaba había muerto ahí, sola y hambrienta. Siguió su búsqueda bajo el intenso sol y no encontró más que arena y raíces secas. Al darse cuenta que su búsqueda sería infructífera dio media vuelta, enterró el hueso en la tierra, levantó una pata y lo orinó. Años después medio perdido en ese mismo desierto su viejo olfato lo llamó. Mirando a lo lejos, un hueso sobresalía de la tierra. Se acercó lento y desconfiado pero el hueso se hacía cada vez más grande. Al llegar al hueso éste era del tamaño de una locomotora otorgando una cómoda sombra en medio del árido desierto. Acurrucado en la sombra recordó aquella perra que nunca encontró. Triste se durmió sin darse cuenta. A media noche despertó asustado y sintió un frío de muerte. Miró a su alrededor y el enorme hueso había desaparecido, se halló solo en la inmensidad de la noche y el desierto. Contempló las estrellas tranquilamente sintiendo una paz que hace mucho tiempo no hallaba. El miedo de estar solo en el desierto comenzó a desaparecer como también el frío a medida que comenzaba a disfrutar de las sensaciones que le entregaba el hecho de estar en medio de la nada. Miró a lo lejos y ayudado por la luz de la luna que asomaba por los cerros vio que algo se movía. No podía ver con claridad pero parecía ser algo similar a aquella perra que buscaba durante tanto tiempo. Su corazón comenzó a palpitar fuertemente haciendo que tomara la decisión de acercarse lentamente. A medida que se acercaba las estrellas comenzaban a desaparecer y la luna retornaba a los cerros. El arena y el aire comenzaban a ponerse más pesados. Pensó que si lanzaba un pequeño ladrido quizás podría llamar su atención pero no dio resultado. Se detuvo, comenzó a sentir frío, y miedo nuevamente. Estaba tan cerca que notó que aquella forma estaba dándole la espalda. El tiempo parecía detenido, nada sonaba, nada se hacía notar más allá que este ser que tenía en frente y que poco a poco, lentamente comenzaba a darse la vuelta para verlo de frente. Un respiro hondo le hizo sentir que el corazón latía fuerte sin saber si era miedo o una bella emoción. En su interior el tiempo parecía ir tan lento que se sentía prisionero de él, pero su corazón latía cada vez más fuerte. Todo era lento, pero por dentro todo corría desesperadamente por saber si realmente encontraba aquella perra perdida. Mientras ella volteaba tan lentamente, todo lo que le rodeaba comenzaba a elevarse, piedras, arbustos, insectos escondidos, su pelaje empezaba a moverse como si un viento interno lo moviera hacia fuera de su piel erizándolo por completo. Sus patas comenzaban a despegarse del suelo, intentó generar peso para mantenerse en el piso pero fue imposible, era cada vez más liviano. Al verse flotando sobre el suelo descuidó la mirada y aquella forma que lo atrajo ya no estaba presente, en ese momento cayó de golpe al suelo al mismo tiempo que todas las cosas que vio flotando a su lado. Aturdido por el golpe, sin entender que sucedía y débil no pudo más que recogerse e intentar descansar. Mientras intentaba acomodarse para darse calor intentaba comprender, y se dio cuenta que no recordaba cuanto tiempo llevaba en el desierto y peor aun, había olvidado por qué buscaba a esta perra que seguramente había muerto hace ya mucho tiempo, así se quedó dormido en medio de la noche y el desierto.

Parte 2.
El primer rayo de luz del sol lo hizo despertar bruscamente, algo confuso intentaba recordar lo pasado la noche anterior y dudoso de la experiencia no sabía si dar crédito a lo que había ocurrido creando en el una duda angustiosa. Al verse solo en medio del desierto decidió comenzar a caminar nuevamente. Eran kilómetros interminables de arena y el sol insistía con su calor insoportable. Aun así, era mejor seguir caminando sin rumbo que estar parado esperando a que nada sucediera o peor aun, morir en medio de la nada. Mientras caminaba a lo lejos algo brillaba con intensidad nublando su vista, al llamar su atención se propuso llegar hasta aquel lugar que parecía llamarlo. Sus patas cansadas por caminar en la densa arena dan pasos torpes, y uno de esos pasos pisa sorpresivamente un objeto a medio salir de la arena. Era el marco de un cuadro que enmarcaba el retrato ilegible de un hombre. El arena y el calor habían desgastado tanto la imagen que difícil era identificar quien era. Siguió caminando, un par de pasos más adelante un elegante traje de caballero colgaba de la nada. Dando vueltas alrededor del traje intentaba buscar de donde colgaba y nada parecía sostenerlo. Simplemente flotaba en el aire. Comenzó a sentir algo de miedo, pero no tanto como para arrancar, sino el miedo suficiente como para sentir curiosidad y seguir acercándose a aquel brillo que llamaba su atención. Mientras caminaba sus patas dolían pero intentaba no hacerle caso al dolor ni al cansancio, lo que estaba viviendo de cierta forma lo tenía asombrado y entretenido, no sabía que el dolor de sus patas no era por el simple cansancio, había algo más que desconocía. De lejos escuchaba un sonido constante, un tic tac que se hacía cada vez más fuerte a medida que caminaba. Un reloj tan grande como un campo de futbol estaba funcionando y moviendo sus manecillas de cara hacia el sol. Quiso bajar a la superficie del reloj y asustado se percató que sus patas traseras ya no eran sus patas sino los pies desnudos de un hombre. Sin entender lo que sucedía y con el sonido ensordecedor del gigantesco tic tac del reloj sólo movió los pies para lograr pisar el reloj con torpeza, éste con el calor del sol hervía y comenzaba a quemar sus pies humanos y pensó que sería más rápido si aprovechaba de subir al minutero que lo llevaría hacia el otro extremo sin hacer esfuerzo. Así lo hizo, sentado sobre el minutero gigante, entre segundo y segundo con los fuertes sonidos de la maquinaria del reloj avanzaba, pero mientras estaba sentado observando y tratando de entender todo lo que veía lo que quedaba de sus muslos comenzaban a transformarse en las completas piernas de un ser humano. Al bajarse en el otro extremo del reloj y llegar al piso se percata del cambio que continuaba invadiendo su cuerpo, cae al suelo asustado mientras observa que las piernas humanas se unen a su cadera canina cada vez con más dolor. Tirado en la arena y con espanto aúlla sabiendo que nadie puede ayudarlo. Las grandes manecillas del reloj se detienen provocando un silencio que hacen callar su aullido. Intentando entender queda tendido en la arena, respirando rápidamente y aun asustado. Convertido en un can con extremidades humanas y sumido en el pánico intenta levantarse con dolor y dificultad cayendo una y otra vez en la arena caliente. Todo era difícil y su desesperación lo llevo a pensar que esto quizás era morir. Pero ¿por qué no moría de una vez y ya? ¿por qué pasar por esto tan doloroso y confuso? ¿cuál era el sentido de pasar por esto después de haber comenzado a buscar una perra perdida? Nada tenía respuesta y al parecer todo se ponía peor. 

@Andreas_von


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