viernes, 10 de agosto de 2012

Viaje iniciático , parte 13. Cruce Bolivia - Argentina.


Habiendo logrado llegar a mi principal destino, el Salar de Uyuni, me replantee ese concepto, “destino”. Si bien todos los destinos físicos son importantes creo que muchos de ellos están dentro y el destino físico puede ser simplemente una confirmación. En fin, tanto el destino físico como el destino interior están siempre en movimiento pero estos en particular comenzaban a concretarse y eso era lo que importaba. Ahora comenzaba otro destino, llegar a casa, a Chile con aires nuevos y con nuevas energías, experiencias pero sobre todo, nueva vida. No fue nada de fácil volver, y debo decirlo, fue a ratos, bastante más desagradable que el viaje de ida. En fin, tomé un bus desde Uyuni con rumbo a Villazon, pueblo limítrofe entre Bolivia y Argentina. Ahí comenzaba una aventura que ya de vuelta a casa uno comienza a odiar porque lo ataca a uno el deseo o la ansiedad de querer regresar pronto y sin problemas, y justo ellos comenzaban a hacerse presentes. Subí al bus con mi boleto en la mano. Boleto que debo decir me costó todo el día conseguir porque en esos remotos lugares en medio del altiplano nadie sabe nada, nadie entiende nada y lo que es peor aún, a nadie parece importarle nada. Conseguí mi boleto a duras penas y casi diría yo que colocando cara de pena para que me dieran un asiento en un bus que partía de noche rumbo a Villazon. Ya sentado en mi asiento me fijé que a mi lado iba una mujer norteamericana que cargaba su cámara fotográfica idéntica a la mía, eso fue un buen comienzo para una entretenida charla (Mezcla de ingles con español) entre ambos durante el viaje. Su nombre era Clara y me mostró sus fotos, la mayoría de ellas muy buenas, en una de esas salía yo fotografiando a mis compañeros en el salar. Así mientras nos movíamos saltando como si el bus fuera un jeep en medio de un rally nos entretuvimos intercambiando experiencias fotográficas. En una de las paradas y sin darnos cuenta se subió un tipo borracho que no hacía más que molestar, gritaba y molestaba a los pasajeros, cosa que obviamente tanto a mi como a Clara nos molestó si que tuvimos que cambiarnos de asientos. Así, logramos cada uno poder dormir en medio de los gritos de aquel pobre hombre y entre los saltos de un camino que parecía que iba directo al centro de la tierra. Si le ocurría algo al bus simplemente quedaríamos varados en medio de una oscura nada, admito que oré para que ello no ocurriera antes de lograr quedarme dormido para dejar a la suerte del destino que ocurriera lo que tenía a que ocurrir. Entre saltos y saltos no fue difícil no despertarme y verme en medio de un pueblo perdido donde subía algún pasajero. En uno de esos pueblos en medio de la nada Clara me pidió que por favor cuidara sus cosas porque quería bajar a pedir un baño en alguna casa en medio de la noche, por un rato pensé “Esta mujer está loca”, no me quedó más que quedarme sentado y cuidar sus pertenencias hasta que el bus – con ella o no- partiera. Por suerte ella volvió cuando estábamos por partir y me contó que la trataron de maravilla, incluso le regalaron cosas para comer. Bueno, he ahí la suerte de los valientes dije para mis adentros. Después de varias horas más de viaje durante la noche llegamos a Villazon, el problema es que antes de salir nos habían dicho que llegaríamos a las 8 de la mañana y no a las 4. Llovía a mares y no había nada abierto donde hospedarnos si que frente a la desesperación de encontrar algún refugio fuimos tocando timbres de puerta en puerta. Se nos unió una muchacha rusa (No recuerdo su nombre) que también andaba – bastante más lejos de casa – vacacionando y conociendo remotos lugares. Así, los tres mojados hasta los tuétanos íbamos de calle en calle buscando sin éxito donde pasar la noche. Finalmente casi derrotados por el cansancio y a punto de colocarnos bajo algún rincón callejero a dormir encontramos un hostal que nos ofreció una habitación con una sola cama para los tres, ya no era hora para andar con exquisiteces y aceptamos sin problemas. Subimos y bueno, no era el hotel Marriot obviamente pero frente a la necesidad el tirarnos los tres desconocidos a una cama después de semejante viaje todo daba igual. Feliz dormí acurrucado entre una mujer de la comunista ex unión soviética y una mujer representante del capitalismo e idiotez colonizadora mundial, y yo, un simple chileno entre ambas, eso no se cuenta dos veces y dormí bastante bien. Fue un sueño que nunca tuve pero que llegó a mi realidad para cumplirse, extraño e incómodo, pero realidad al fin y al cabo. Sólo dormimos, en caso que alguno de ustedes ya estén imaginando otras cosas. 
Al despertar por la mañana la chica rusa ya se había ido, yo seguía en cama mientras al parecer Clara estaba en el baño que estaba fuera de la habitación. Arreglamos las cosas y decidimos cruzar la frontera juntos. Caminamos un buen tramo por una larga calle llena de locales para cambiar monedas y locales de venta de ropa al por mayor. Al llegar a la aduana hicimos los tramites pertinentes y cruzamos sin problemas. De cierta forma cruzar a Argentina me hizo sentir un poco más tranquilo porque ya había estado ahí y porque gozo de una buena amistad con muchos colegas con quienes trabajé varios años en televisión, si que le tengo un cariño especial a Argentina. En plena aduana se presentó una situación especial y que nunca comprendí del todo bien. Sobre la aduana en una suerte de rampla corrían personas de un lado para el otro cargando grandes sacos como si estuvieran llevando o trayendo de vuelta cosas desde la aduana. Conociendo mi curiosidad y mis ganas de fotografiar eso que tanto captó mi atención me acerqué subiendo la tierra para lograr a la altura de la reja que separaba a esta gente que corría de una lado para el otro. Un guardia me advirtió que no me acercara pero bueno, cuando uno cree encontrar una buena foto no hace caso a advertencias si que lo ignoré y subí. Parecían animales corriendo asustados y cargando mucho peso, comencé a fotografiar y en ese momento entendí por qué el guardia me había advertido no acercarme. Resulta que a esa gente no les gusta ser fotografiados y recibí varios insultos y lo peor, varios escupitajos. Finalmente tome igual las fotos y bajé contento donde Clara que me esperaba con algo de risa. Caminamos mucho con nuestras pesadas mochilas hasta el primer pueblo Argentino llamado La Quiaca, allí almorzamos en un sucucho donde nos atendieron como suelen hacerlo los argentinos, de maravilla. Tomamos un bus que nos llevaría directo hasta Jujuy y eso por lo menos eran varias horas de más viaje. El paisaje comenzaba a cambiar drásticamente, dejábamos atrás un desorden típico y hermoso de los pueblos andinos para comenzar a presenciar la variedad de colores de un camino que me sorprendía con gigantescas montañas de colores rojo, naranjo y amarillo al pasar por Humahuaca. El sentimiento de retorno era agradable, finalmente recordaba que en un principio quise viajar solo para estar solo pero difícilmente se dio así, estuve siempre acompañado de gente que ayudaba de una u otra forma y sin duda en viajes como estos siempre se necesita de alguna ayuda. Al pasar al pueblo de Humahuaca para recoger nuevos pasajeros el bus tuvo un desperfecto y nos quedamos botados en medio de una calle típica del sector, muy colonial con adoquines y casas con murallas de adobe, el calor era espantoso y todos bajamos del bus para sentarnos en la calle a esperar. Justo ahí había un local con internet donde pude enviar aviso a mi madre de donde me encontraba y pude respaldar mis fotografías que eran lo más preciado, no hay dolor más grande para un fotógrafo que perder sus fotografías, o peor aún, su cámara. Pasaba el tiempo y el bus seguía malo, el dueño del local de internet estaba feliz, creo que nunca tuvo tantos clientes en su vida. En fin, el bus logró partir y seguimos el viaje hasta Jujuy donde bajamos en el terminal y tomamos un taxi rumbo a un hostel que nos habían recomendado. Al llegar al hostel lo primero que hice fue darme una buena ducha que no había tomado hace por lo menos tres días, no quiero ni recordar lo sucio y hediondo que estaba. Al llegar la noche junto a Clara compartimos con los otros inquilinos mochileros en la cocina haciendo pizzas, créanme que me comí como tres, el hambre era descomunal. Al día siguiente nos esperaba recorrer Jujuy pero antes al fin después de varios días me tocaba dormir en una cama solo para mí.  

@Andreas_von















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