domingo, 8 de julio de 2012

Viaje iniciatico, Parte 11. Cementerio de trenes, Uyuni, Bolivia.

Febrero, 2011. 

Debo partir por algo que lamentablemente no se verá en las imágenes porque me fue imposible captarlo por su complejidad, durante el viaje en el tren éste cruza el lago Poppo que es un lago muy extenso pero muy poco profundo lo que permite en algunos día de poca lluvia que el tren pueda cruzar el lago pasando sobre el agua haciendo de eso un momento mágico. Y eso no es todo, mientras iba sentado noté que a mi izquierda en un cielo despejado se asomaba la luna llena y a mi lado derecho sobre el lago una nube gigantesca dejaba caer sus rayos en medio del lago iluminando su poca profundidad en pequeños milisegundos. He visto cosas hermosas en mi vida, pero sin duda ésta es una de las más bellas y mágicas, una noche que comenzaba poco a poco a mostrar atisbos de lo que el Salar aguardaba para mi. Compartimos un par de horas con los muchachos, cantamos, comimos y luego poco a poco todo el mundo comenzó a dormirse para dejar el sonido del tren cruzar la nada iluminada por una luna maravillosa. Fue ahí mientras todos dormían que comencé a pensar en ella como en varios momentos de intimidad con el viaje. Si bien este era un viaje completamente espiritual me era imposible en momentos como este de belleza absoluta no pensar en ella, no recordar nuestra despedida y menos sacarla de mi. Muchas veces llegué a la interrogante de si parte del viaje era para intentar olvidarla y creo que jamás me lo pude responder. En fin, durante todo el viaje fui atacado por ella y por los deseos infructuosos de sacarla de mi cabeza y sobre todo de mi corazón, pero eso es otra historia. 
Llegamos a Uyuni al rededor de las cuatro de la madrugada y despertamos todos muy desorientados, conseguir nuestras mochilas de vuelta era todo un caos y finalmente salí a buscar por un pueblo de no más de un par de cuadras en medio de la nada una habitación donde poder dormir y nada, todo ya estaba ocupado. Volví a la estación de trenes donde estaban todos lo que sufrían de la misma suerte que yo. Tuvimos que dormir en el suelo en la estación de trenes, no había otra opción, si que desplegué mi saco y en un frío suelo me puse a dormir ya que en un par de horas más había que ir a regodear los precios para contratar un tour al salar. 
Recuerdo bien que desperté a las siete, suelo ser puntual para todo pero esto era más importante aún, todos dormían y tomé mi mochila y partí a buscar tours. Encontré uno donde pude sumar más gente para que nos hicieran un precio si que salimos en un jeep rumbo al tan anhelado Salar de Uyuni, el más grande salar del mundo. Nuestra primera parada fue el cementerio de trenes en medio de una nada impresionante, no indagué qué hacían ahí y cómo llegaron pero era impresionante ver tantos trenes muertos en medio de un desierto. La segunda y última parada antes de llegar al salar fue un pequeño pueblo donde almorzamos en un restorant que tenía mesas de sal, sillas de sal y paredes de sal. Casi todo era hecho de sal, cosa que obviamente me llevo a no echarle sal a la comida porque supuse que hasta la misma comida ya tenía sal. En momentos me preguntaba si alguno de los habitantes sufría de cálculos renales o cosas por el estilo, realmente me sorprendía que hubiera sal por todas partes. Debe ser uno de los pocos lugares donde no se piden la sal en la mesa, sacan un pedazo de la mesa y listo. Para resguardarme de posibles ataques intestinales pedí un baño para poder estar en el salar tranquilo y en una foto más abajo podrán fijarse el tipo curioso de baño que me tocó usar, bastante bueno para hacer ejercicio. Luego de eso, partimos rumbo al Salar de Uyuni. 

@Andreas_von



























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