miércoles, 4 de julio de 2012

Viaje iniciático. Parte 8. Isla del Sol, Lago Titicaca, Bolivia.


Febrero, 2011. 

La citación al muelle para ir a la isla del Sol era a las 7 am, eran por lo menos más de dos horas en una barcaza para llegar, lo que era un viaje lo suficientemente largo como para aprovechar de dormir cosa que nunca hago teniendo mi cámara o un libro. El día estaba nublado y helado y al parecer no habían intenciones del dios Ra o Inti en este caso de asomarse para darle un poco de color. Al llegar a la isla la confusión para tomar un guía me daba el primer indicio de algo que no iría bien, por lo menos en mi. En medio del caos busqué un carrito que vendiera algo para comer porque no había desayunado y andaba con unas pocas galletas. Compre las clásica “salchipapas” que son simples vienesas fritas con papas cocidas. Se les puede agregar mayonesa o kétchup. En ese momento parecían buenas, no diría lo mismo treinta minutos después. Finalmente decidí seguir a un grupo de gente y subir la montaña que tenía algunas cosas que mostrar según me habían contado. El guía paraba y comentaba ciertas cosas ligadas al pasado de la isla, la verdad, casi nadie lo escuchaba, todos tomaban fotos y estaban preocupados de que no comenzara a llover, algunas gotas desafiantes caían sin temor. Yo, más preocupado de eso estaba de mi estomago que comenzaba a darme unos retorcijones y sonidos que me asustaban casi llegando a la cima de la montaña y lo peor de todo es que me quedaban 2 horas de caminata. Llegamos a un sitio donde nos mostraban unas rocas sagradas y ahí no pude más, tuve que decidir rápidamente porque sentía que los intestinos se me salían. O seguía con la gente y me cagaba ahí mismo o corría rápidamente hacia abajo para llegar al muelle donde había baño, eso significaba que el trayecto que hice caminando en una hora debía bajarlo en cinco minutos. Me armé de valor y corrí bajo la lluvia camino abajo. Podría haberme escondido en cualquier parte y hacer ahí pero no, lo pensé muchas veces pero siempre era interrumpido por algún gringo o chino perdido del grupo que venia subiendo. Creo que la gente notaba claramente lo que me pasaba, cualquier tipo corriendo con una cara verde o violeta rumbo abajo no es otra cosa que alguien que está a punto de cagarse. Finalmente llegué al muelle y pague unas monedas para entrar al baño. Que alivio, sentí que estar ahí valía más la pena que estar subiendo un cerro en medio de un diluvio sin poder sacar una buena foto. Ese baño era mi salvación. Al cabo de eso, no pude más que esperar al retorno a Copacabana. Ahí conocí a unos chicos chilenos que andaban de mochileo y comenzamos a conversar, subimos a la barcaza y el retorno fue más placentero jugando cartas en el suelo. Yo, estaba aliviado. No existe nada mejor que pasar del susto gastro intestinal lejos de tu casa, de tu país.

@Andreas_von







Salchipapas.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales