miércoles, 4 de julio de 2012

Viaje iniciático Parte 7. - Cocapabana. Bolivia.


Febrero, 2011.

Copacabana me esperaba con un día nublado pero agradable, al bajar del bus debía buscar un alojamiento rápidamente porque me habían contado que era difícil encontrar durante esa fecha y como suelen pasarme las cosas al revés que a los demás o porque debo tener siempre una estrella sobre mi encontré alojamiento enseguida y con una bella vista frente al imponente lago Titicaca. Extrañamente comencé a sentir un agradable desapego con mi origen, con el lugar de donde provenía a pesar de que era un viaje difícil y lleno de novedades y experiencias, comenzaba a sentir de alguna forma que todo formaba parte de una experiencia donde reconocería que provenir de algún lugar no es más que estar en el lugar mismo, que la procedencia no importa cuando entiendes que provienes de todas partes porque en cada lugar donde llegues ya eres parte. Así que poco a poco me sentía más cómodo donde quiera que estuviera, sin sentir miedo ni extrañar profundamente mi lugar de origen. Recuerdo haber entrado a la habitación del hostal y sentarme en la cama con vista al lago y pensar que nada me ataba, ni las personas ni las cosas que tenía me poseían. Ahí logré respirar profundo y darme cuenta no había temor porque todo ya era una experiencia de aprendizaje maravilloso, el despegarse y desconocerse para volver a conocer nuevas dimensiones de uno mismo era un logro que me llenaba de alegría.
Finalmente almorcé en un sucucho y averigüé sobre los viajes a la isla del Sol que tanto me habían hablado, una isla llena de misticismo que al día siguiente me daría una aventura no muy agradable. Teniendo el viaje comprado a la isla para el día siguiente me fui a recorrer el pueblo para tomar algunas fotografías y seguir conociendo. Ahí comencé nuevamente a relacionarme con lo oculto y lo místico de estos lugares, me perdí en sus calles llenas de puestos donde venden medicinas y objetos para brujas y chamanes. Visité la Catedral de la Virgen de la Candelaria que por fuera daba la impresión de ser un monasterio tibetano en medio del Himalaya, con un viento helado y gente en el suelo pidiendo limosnas a los turistas. Detrás de ésta había un lugar de culto y rezo muy distinto a la iluminada y pomposa catedral, un pasadizo muy estrecho y oscuro iluminado sólo por velas donde la gente iba a rezar mientras la catedral estaba completamente vacía. Me llamó la atención que la gente se adentrara a este lugar tan frio y oscuro para orar, sin deidades ni estatuas a quienes mirar o adorar, sólo murallas negras y cera derretida por todas partes. Ahí lo oculto y lo misterioso de la fe y del inconsciente hacía de las suyas al parecer mejor que en la tan caduca iglesia católica.
De vuelta en el hostal me deleité con un hermoso atardecer anaranjado en el lago que a lo lejos mostraba una nube que se aproximaba desafiante para darnos en la noche una tormenta con truenos y rayos sobre el lago dignos de ver en completa oscuridad desde mi habitación. 

@Andreas_von

































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